SÍ, DIOS INSPIRÓ LA BIBLIA

Adolfo Miranda Sáenz

Se afirma que si la Biblia fuera inspirada por Dios éste haría que todos creyéramos en ella pues si no, Dios sería un fracasado. Que contiene datos que contradicen lo que la ciencia moderna ha comprobado. Que hay diferentes versiones y no una única versión proveniente directamente de Dios. Que hay textos contradictorios en ella. Qué no existe el original que Dios inspiró. Que cómo explicar que de una misma Biblia surgen tantas religiones. Que por qué Dios complicó las cosas con un libro tan enredado. Que Dios sería cruel al condenar a la mayoría de la humanidad que no cree en la Biblia porque tienen otras religiones y algunos ni oyeron en la antigüedad ni han oído hoy que exista la Biblia… En fin… los argumentos son varios…

Muchos han dicho que Dios no inspiró la Biblia dando este tipo de razones que a continuación intento aclarar afirmando que sí, Dios la inspiró; esperando que se comprenda lo difícil de tratar el tema en un artículo de prensa (con limitaciones de espacio) y explicando que creer o no en Dios y en la Biblia depende de nosotros, no de su poder. Él quiso crearnos libres dotándonos de inteligencia y voluntad, no solo de instinto. Dios no quiere obligarnos a creer.

La Biblia es una colección de textos “inspirados” no “dictados”. Escritos por hombres influenciados por sus diferentes culturas a lo largo de unos 1.600 años (entre el primero y el último texto bíblico). Contiene leyendas, poesía, historias, lecciones, parábolas, cartas… con el estilo y el conocimiento diferente de escritores diferentes en épocas diferentes. Su fin es mostrarnos a Dios; no son textos científicos. Hay unidad en el mensaje fundamental y hay diversidad al expresarlo. No siempre es fácil ponerse de acuerdo en el significado de algunos textos pero no hay diferencias en lo básico, p.ej. “Amarás a Dios y amarás al prójimo”.

De textos escritos hace tantos siglos es natural que no existan originales, solo copias; como no los hay de ninguna obra de épocas tan antiguas como el Código de Hammurabi (Babilonia), el Libro de los Muertos (Egipto) o la Ilíada (Grecia).  

Antes de existir la imprenta, durante siglos la Biblia se copiaba a mano. Algunos copistas bíblicos cometieron errores u omisiones al transcribir un texto, o quisieron aclarar un punto con un comentario al margen que otros copistas tomaron como parte del texto y lo copiaron como tal. A veces hay algunas incongruencias por ello. También es natural que un escritor expresara algo que tenga cierta incongruencia con lo que escribió otro mil años después. Hoy vamos encontrando nuevas luces en el estudio de la Biblia a medida que la ciencia avanza y no podemos menos que maravillarnos de que a pesar de las incongruencias, errores de transcripción, diferencias culturales de escritores separados por tantos siglos, etc., la Biblia guarde en su diversidad una asombrosa armonía, una clara unidad en el mensaje fundamental al revelarnos a Dios.

La revelación en la Biblia es progresiva, porque Dios no ha querido revelársenos de otra forma más que "progresiva". Frente a un mundo politeísta Dios se revela como “el único Dios”, y aunque el pueblo hebreo lo percibe como un Dios a veces irascible, celoso y vengativo, también lo percibe misericordioso (Antiguo Testamento). Es hasta que se hace hombre en la persona de Jesús que lo descubrimos como un Padre (y Madre) amante, definiéndose que “Dios es amor.” (Nuevo Testamento).
Dios pudo escribir la Biblia enviando rayos que la imprimieran o mandando un ángel con un texto uniformemente claro, traducido en los idiomas existentes y por existir. Pero decidió que la escribieran hombres de épocas y culturas diferentes que nos dijeran cosas tales como que Dios creó el universo en siete días, que el sol “se paró”, que los murciélagos son pájaros, las liebres rumiantes, las ballenas peces, la tierra plana, los epilépticos endemoniados, que en el cielo hay calles y que en el infierno hay fuego  ¿Por qué? No lo sé; pero así lo quiso y resultó muy hermoso.

Es que la Biblia no está escrita para ilustrarnos sobre la vida microbiana, sobre las galaxias ni sobre los átomos, sobre la vida en otros planetas o sobre la evolución de las especies. Su fin es enseñarnos que hay un Dios creador del universo que nos ama y que se hizo hombre para pagar él por nuestros pecados con su sangre en la cruz. Que por eso murió en la Cruz. Que resucitó como resucitaremos nosotros. Que mientras Jesucristo regresa a juzgar a vivos y muertos y establecer su Reino Eterno el Espíritu Santo guiará a su Iglesia (comunidad de todos los cristianos) donde nos congregamos para adorar a Dios, estudiar la Biblia, prepararnos para proclamar el evangelio a toda la humanidad y recibir los sacramentos para nuestra santificación.

Esta Iglesia, afirmamos los católicos, es una sola y se asemeja a un árbol con sus raíces en Cristo y sus Apóstoles de cuyo tronco se han separado algunas ramas que forman parte de la misma: nuestros hermanos separados con quienes compartimos elementos de santificación y verdad. Mientras tanto la Biblia sigue siendo para unos y otros la lámpara que ilumina nuestro camino. Una Iglesia que no es dirigida por ángeles, sino por hombres pecadores y en ciertas etapas históricas cometiendo graves errores y hasta perversidades. Sin embargo, nunca abandonada por el Espíritu Santo que la ha preservado por los siglos con muchos hombres y mujeres santos, mártires, sabios y humildes servidores de Dios y del hombre.

¿Qué hay de los budistas, hindúes o incluso ateos de buena fe que no creen en la Biblia? Dios los ama y la salvación de Jesucristo es para todos. La Biblia dice que existe la ley de Dios escrita en todos los corazones y que seremos juzgados según la conciencia de cada cual. Cuando el apóstol Pablo escribió su Carta a los Romanos y en ella abordó el tema de si los cristianos debíamos o no someternos a las prescripciones de la antigua Ley de Moisés, hizo referencia –al mismo tiempo- a este importante punto: Dios dará gloria, honor y paz a todos los que hacen lo bueno, a los judíos en primer lugar, pero también a los que no lo son. Porque Dios juzga imparcialmente. Todos los que pecan sin haber tenido la ley de Moisés, perecerán sin esa ley; y los que pecan a pesar de tener la ley de Moisés, por medio de esa misma ley serán juzgados. Pues no son justos ante Dios los que solamente oyen la ley, sino los que la obedecen. Porque cuando los que no son judíos ni tienen la ley hacen por naturaleza lo que la ley manda, ellos mismos son su propia ley, pues muestran por su conducta que llevan la ley escrita en el corazón. Su propia conciencia lo comprueba, y sus propios pensamientos los acusarán o los defenderán el día en que Dios juzgará los secretos de todos por medio de Cristo Jesús, conforme al evangelio que yo anuncio.” (Romanos 2.10-16).