COMENTARIOS SOBRE LOS VALORES: HONESTIDAD, FAMILIA, PERDÓN, ETC.

Amor a la Patria

Adolfo Miranda Sáenz

Hay conceptos que se confunden: Estado, país, nación y Patria. El Estado es una concepción jurídica, legal, que se refiere a la manera cómo se organiza un país determinado (Estado monárquico, republicano, parlamentarista, presidencialista, dictatorial, democrático, soberano, asociado, federado, unitario, gobernado por un solo Poder o por tres Poderes independientes, etc.). País se refiere a una
"Tu Glorioso Pendón Bicolor"
extensión geográfica y puede comprender una nación (Nicaragua), una región (el país vasco en  España y Francia; o el país misquito en Nicaragua y Honduras), una provincia (Alsacia, en Francia, de origen alemán), un territorio (las Islas Vírgenes de EEUU).

Definir nación es más complicado, porque puede significar dos cosas: a) Conjunto de personas que viven en un mismo territorio, regidos por un mismo gobierno, que tienen una misma “ciudadanía” o “nacionalidad”. b) Conjunto de personas con un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común (los 120 millones de mejicanos que viven en México, más los 30 millones que viven en los EEUU, más otros millones repartidos por el mundo, algunos con nacionalidades de otros países, ciudadanos de otros países, pero sintiéndose todos  mejicanos, hablando español y conservando sus tradiciones).

Finalmente, Patria: es la tierra a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos (aquí la clave son los vínculos afectivos, el amor). Patria puede ser la tierra natal, o adoptiva, o ambas; puede ser la tierra de los antepasados, o la tierra que nos dio acogida, o simplemente “la tierra que se ama”. Podemos tener una, dos o incluso varias Patrias a las que amar. La nacionalidad, la ciudadanía, el sitio donde uno vive, etc., son aspectos legales, quizá requisitos necesarios, obligados, formales o circunstanciales que pueden implicar o no un amor patriótico. Patria es la tierra que amamos (o las tierras que verdaderamente amamos).

Un buen ejemplo sería el de los estadounidenses que forman una nación de inmigrantes de muy diferentes naciones del mundo. La mayoría son ciudadanos de los EEUU y han vivido allí por años, quizá por generaciones; obviamente aman a los EEUU como su Patria. Pero –aunque algunos sí- muchos no olvidan sus orígenes, sus raíces, su historia y costumbres. Los de origen irlandés el Día de 
Los ciudadanos de EEUU  de ascendencia mejicana no olvidan su
Patria de origen, sus raíces. Aquí celebran El Grito de Independencia,
"Viva México", enarbolando la bandera el Cónsul en Los Ángeles.
Ellos son ciudadanos de EEUU y de México, y ambos países son su Patria.
San Patricio se engalanan de verde -el color nacional de Irlanda- hacen desfiles, fiestas y proclaman su orgullo de ser irlandeses, hijos, nietos, bisnietos de irlandeses. Irlanda es también su Patria. Igual hacen los mejicanos y varios nicaragüenses que viven en EEUU. Conscientes de esa  realidad muchísimos países permiten tener otras nacionalidades conservando la original. Los descendientes de franceses, por varias generaciones son franceses aunque no hayan estado en Francia si se inscriben en su Embajada, y les entregan su pasaporte. Hay quienes tienen 2 o tres pasaportes diferentes y dos o tres Patrias a las que profesan sincero amor patriótico.

Amar a la Patria es un valor positivo. Más que un territorio, la Patria son nuestros seres queridos de quienes venimos y compartimos una misma historia. Con quienes tenemos una misma raíz, tradiciones, cultura; un orgullo nacional por el que nuestros antepasados lucharon. Ellos forjaron una nación que compartieron con nosotros por muchas generaciones, lo cual jamás debemos olvidar. Igualmente, la Patria son las personas con las que hoy convivimos, compartimos esperanzas, forjamos un porvenir y un destino común.

 El Perdón

Adolfo Miranda Sáenz

El perdón es la renuncia a la indignación y los resentimientos que causan una ofensa o agresión. Nace del ofendido, pues sólo el ofendido puede liberarse de los sentimientos que tenga contra el ofensor. No se puede obligar a perdonar pues el perdón intenta sanar una herida abierta y
liberar de un resentimiento, y eso no puede lograrse si no es libremente. El perdón depende de la libertad, la caridad y la misericordia del ofendido.

El perdón es una liberación. “Perdón” viene del latín “per donare”, que significa  “dar por” o “dar para” o “dejar ir”. Cuando ejercemos el perdón “soltamos” a quien nos ha ofendido o nos ha hecho un mal. En griego se entiende mejor, pues, “afesis”, palabra para perdón, significa “liberación”. Al mismo tiempo que liberamos de su culpa a quien nos ofendió, también nos liberamos nosotros de nuestras indignación y resentimiento, pues ambos son sentimientos que tarde o temprano terminan por causarnos mucho daño, a veces más que la ofensa o la agresión misma.

Igual que con el tema del amor, Jesucristo es quien ha abordado el perdón con mayor énfasis, amplitud e intensidad. Los cristianos creemos que él murió y resucitó para que nuestros 
pecados fueran perdonados y así obtener para nosotros la resurrección y la vida eterna en el Reino de Dios. Pero Jesucristo enseña que si nosotros no perdonamos a nuestros ofensores no podemos aspirar a ser perdonados por nuestras ofensas a Dios, por eso nos manda perdonar “hasta setenta veces siete”, que significa “siempre”.  Más aún, manda “amar a los enemigos” y “hacer el bien a quien nos haga el mal”, lo que implica tener una capacidad muy grande para perdonar; pero eso –aunque resulte difícil- es condición indispensable para ser cristiano y obtener la salvación.

Hay casos en que quien ofende se arrepiente y pide perdón (no necesariamente usando tal palabra, quizá con otras palabras, gestos, acciones, etc.) Entonces es evidente nuestra obligación de perdonar. Otras veces el ofensor no se arrepiente, y hasta pudiera asumir una actitud hostil. En esos casos también hay que perdonar en nuestro corazón, aunque fuese solo para obtener la salud de nuestra mente, la paz y el bienestar general, sin dañarnos a nosotros mismos. En otras ocasiones especiales perdonar no significa que dejemos de reclamar justicia sobre el que nos ha agredido. Nos hemos liberado de la ira y del resentimiento, pero no de la justicia. Hay ciertos casos –no todos- en los que, ante daños graves y públicos, abandonar la justicia sería un gran mal para el agresor o para la sociedad, pues la justicia acerca al ofensor a una corrección y la sociedad demanda un castigo que sirva de ejemplo.

Cuando perdonamos olvidamos la ofensa. La frase “perdono pero no olvido” implica un perdón falso, que guarda cierta dosis de resentimiento. Diferente es la prudencia de entender que una persona que hizo algo malo y dañino una vez puede repetirlo, y que debemos actuar con
cuidado. Y otra es guardar en el fondo del corazón algo contra esa misma persona. Mucho menos debemos alegrarnos de algún mal o infortunio que le pase, aunque no se lo hubiéramos deseado. El perdón debe ser absolutamente sincero, total, para ser auténtico, es decir que debe llevarnos a una reconciliación completa (situación que puede no darse si el ofensor no estuviera arrepentido, en cuyo caso ya no es responsabilidad nuestra y no debería turbar nuestra paz).

Si todos nos esforzáramos por practicar el valor positivo del perdón, nuestro mundo sería más pacífico y armonioso,  y nuestras familias más felices.



 La Familia

Adolfo Miranda Sáenz


La familia es una realidad surgida de la ley natural, formada por la unión de una pareja y la comunidad de vida entre padres e hijos. Es un valor en sí, además de existir gran variedad de valores, usos,
costumbres, normas y leyes que la configuran como el grupo básico de la sociedad y una institución social fundamental.

En algunos lugares se vive una crisis de la familia, pero eso no le resta un ápice al valor de la misma. Reconocer que haya muchas separaciones y bastantes padres solteros y madres solteras es una descripción social, pero no indica la norma a seguir ni mucho menos que esa situación sea lo mejor. La situación sociológica de la familia en determinados países y momentos históricos únicamente indica lo que acontece, pero no lo que la familia “debe ser”. Ya hubo otras crisis, como durante la decadencia de la Roma Imperial. (Existen también víctimas de fracasos sin ser su culpa, otros son  víctimas de acontecimientos trágicos, o viven situaciones especiales. Son realidades íntimas que no podemos ni debemos juzgar, mucho menos condenar a priori ni hacer generalizaciones).

El futuro de la sociedad depende primordialmente de lo que sean la familia y la educación que en ella se reciba. La familia es la primera expresión de la naturaleza social del hombre. En el matrimonio y la familia se constituyen un conjunto de relaciones interpersonales (relación conyugal - paternidad/maternidad - filiación - fraternidad) mediante las cuales una persona queda introducida en la “familia humana”. Es una realidad humana con serias implicaciones éticas para el desarrollo y el bien común de la sociedad.

El matrimonio, núcleo y origen de la familia, surge del consentimiento sincero, libre, personal e irrevocable, por el cual dos personas se dan y se reciben mutuamente. De este consentimiento nace una institución originada en la ley natural, donde son llamados a darse a sí mismos en el amor y en el don de la vida.

Esta unión exige la plena entrega, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, con absoluta fidelidad de los esposos para toda la vida, ordenada por su misma naturaleza al disfrute de la sexualidad, al bien de los cónyuges, a la procreación y educación de sus hijos, al sostenimiento y apoyo mutuo entre los esposos, de los padres a los hijos y de estos a sus padres en caso de necesidad. La institución matrimonial deriva de la naturaleza humana y sus exigencias éticas y sociales son para todos. Una persona es libre para casarse o no y de elegir cónyuge. Un matrimonio obligado o mediante engaño es nulo. Pero al contraer matrimonio válido se deberá asumir éste con responsabilidad como un compromiso estable y definitivo.

El Estado y la sociedad en general están obligados a respetar, promover y defender la institución de la familia, por ser la base y el fundamento de los mismos. Nunca el Estado debe invadir el ámbito propio de la familia.

La familia es necesaria para la transmisión de la vida y para la educación fundamental. Ofrece el clima necesario de afecto y estabilidad basados en un sólido compromiso y en la comunión de las personas, junto
a la complementariedad que se ofrecen entre sí y a sus hijos. Son muchos los valores adquiridos en la vida familiar que después se manifiestan en la vida social. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad y de la fraternidad en el seno de la sociedad. En la familia se aprenden valores morales y a usar la libertad. Es iniciación a la vida en sociedad. Por eso, las crisis en las familias producen crisis en las sociedades. Familias sanas forman sociedades sanas.



 La Amistad

Adolfo Miranda Sáenz

La amistad es un valor universal y moral. Es el afecto personal bondadoso y desinteresado compartido con otras personas, que nace y se fortalece con el trato. En la amistad buscamos la ayuda incondicional, nos apoyamos en los amigos para pasar mejor las tristezas, aumentar las alegrías y disminuir las angustias gracias a su compañía y afecto. Es sentirse a gusto con otras personas, conversar y compartir sentimientos, convicciones, gustos, aficiones, opiniones, creencias y proyectos. Es tener áreas en común, sinceridad y lealtad.

Una persona amistosa y sociable es capaz de establecer relaciones con los demás caracterizadas por el respeto a las opiniones de cada cual y a sus diferencias de costumbre. El valor de la amistad nos dispone a ser amables y afectuosos con los otros y a tener interés por ellos renunciando a la hostilidad y al egoísmo.

La amistad hay que cultivarla. Debemos guardar para nosotros las cosas que nos cuentan los amigos, decirles siempre la verdad, dales las gracias cuando nos ayudan y ayudarlos cuando lo necesiten. Es muy importante corresponder a lo que ellos hacen por nosotros. Los principales riesgos que pueden “marchitar” una amistad son el egoísmo (pensar demasiado en nosotros sin pensar en los demás), el orgullo, que nos impide ver las cualidades de los otros y reconocer los defectos nuestros, y la intolerancia hacia sus defectos o errores. Debemos comprender que ninguna persona jamás será “perfecta” y estar dispuestos a perdonarlos cuando nos fallan.

Con el amigo confiamos y compartimos ciertos problemas, inquietudes, sueños y fracasos. Todo lo anterior se aprende desde la infancia hasta la edad adulta, pasando por el joven-adolescente que en esta etapa, en muchas ocasiones encuentra en la amistad una gran liberación de su confusión mental y emocional mientras logra su maduración personal. El joven-adolescente siente y tiene la imperiosa necesidad de relacionarse, vincularse, identificarse y apoyarse en otras personas de su condición y edad.

No es lo mismo un conocido que un amigo, y no es lo mismo una relación de amistad que una relación de amor (refiriéndonos al amor entre enamorados, novios o esposos). No debe nunca confundirse una relación con la otra. Entre esposos, novios y enamorados debe haber siempre amistad; un esposo debe ser amigo de su esposa y viceversa. Pero la amistad no debe confundirse con ese tipo de amor. Uno puede tener muchos amigos y amigas, pero solo un esposo o esposa, novio o novia, con un amor exclusivo.

Podemos ser más amigos de unos que de otros, pero jamás una amistad debe ser “exclusivista”; no debe haber “celos” de que se tengan otros amigos. Si se diera ese caso sería anormal y mejor no mantener dicha amistad.  Debemos estar abiertos a ser amigos de toda persona que conozcamos, siempre y cuando no existan razones para no hacerlo, como cuando descubrimos que la cercanía o la compañía de alguien puede ser destructiva o perjudicial, o que sus valores contradicen nuestros propios principios y valores, o sus costumbres se contraponen a las nuestras. Un amigo debe ser un
apoyo, nunca un obstáculo y menos un peligro. Un buen amigo debe respetar el ámbito familiar, no debe interferir con el tiempo dedicado a la familia, ni opinar sobre los problemas conyugales o familiares de sus amistades.

Una buena amistad es un valioso tesoro en nuestras vidas.



 La Verdad

Adolfo Miranda Sáenz

La verdad es un valor vinculado a la honestidad, que implica la actitud de mantener en todo momento la veracidad en las palabras y acciones. Ser sincero es decir siempre la verdad. Parece tan sencillo, pero resulta difícil para algunas personas. ¿Cuántas veces utilizamos esas “mentiritas” en circunstancias que
consideramos poco importantes? Como decir que hemos realizado parte de una tarea, cuando aún no hemos comenzado, o inventar cualquier excusa para justificar que no hemos hecho algo. Una pequeña mentira llevará a otra más grande y así sucesivamente... hasta que nos descubren.

A veces nos resulta difícil dejar de inventar defectos o hacerlos más grandes en una persona, motivados por el enojo o la envidia. Con aires de ser "franco" o "sincero", decimos con facilidad los errores que cometen los demás, mostrando lo ineptos o limitados que son. Esto no lo debemos confundir con la crítica constructiva, pues también se actúa contra la verdad cuando ésta se calla; pero se hace con tacto y con buenas intenciones, y según las circunstancias, en privado.  Si es evidente que un amigo trata mal a su esposa o a sus empleados, tenemos la obligación de decírselo, señalando las faltas en las que incurre y el daño que provoca. Actuar de forma sincera implica decir la verdad siempre, tanto en la vida privada como en la vida social y pública. La verdad requiere el valor de no importarnos “el qué dirán”. Pero hay que tener cuidado de no confundir la verdad con el chisme y la especulación, lo cual es muy dañino.  

La palabra no constituye el medio único y visible de este valor; también se evidencia en nuestras actitudes, como cuando aparentamos ser una persona que no somos, para sacar provecho en diferentes circunstancias: trabajo, amistad, negocios, círculo social.  Mostramos una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de buenas costumbres. Al final eso se descubre produciendo una gran desilusión: "no era como yo pensaba", "creí que era diferente", "si fuese sincero, sería otra cosa".

No sólo debemos decir la verdad, sino también actuar conforme a ella, lo cual vincula tres valores: verdad, humildad y valor. Si nos mostramos tal cual somos en realidad, nos hace ser congruentes con lo que decimos, hacemos y pensamos. De esta manera logramos el reconocimiento y la aceptación de nuestras cualidades, pero también de nuestras limitaciones: los demás nos aceptarán como somos, si de verdad nos quieren.

Hay mentiras más graves que otras, según el daño que provocan y la forma de decirlas. La calumnia está entre las peores por el daño causado; a veces se puede arruinar toda la vida de una persona, destruir una
familia, causar daños inimaginables por una calumnia, y si ésta se repite –aún creyendo que es verdad- se cae en la chismografía, tan dañina como la calumnia.  En cuanto a la forma de mentir, las “medias verdades” están entre las mentiras más graves porque se revisten falsamente de verdad: digo algo cierto, pero convenientemente incompleto, resultando una mentira muy creíble.

A veces es necesario callar por prudencia o por amor. Hay excepciones en cuanto a decir siempre la verdad cuando el daño causado sería mayor –quizá irreparable- que la actitud prudente de callar (no mentir, sino callar). No podemos exigir a los padres, a los hijos, hermanos, esposos… que avergüencen o delaten a sus seres queridos. Además existe el “secreto de confesión”, el “secreto profesional” y el deber de guardar las confidencias.

Contrario a la verdad existen anti valores: la mentira, la falsedad, la deshonestidad, la calumnia, el engaño, las media-verdades, la manipulación y la soberbia.

 La Honestidad

Adolfo Miranda Sáenz

La honestidad es un valor moral  positivo vinculado a la verdad, la honradez y a la transparencia,  y es lo contrario a la mentira, la falsedad y la corrupción. Ser honesto es tener una actitud acorde con la verdad en nuestras relaciones con los demás, incluyendo nuestra familia, amigos, compañeros de estudio o de trabajo, vecinos, y todas las personas con las cuales nos relacionamos de una u otra forma. No sólo es un valor que debemos ejercer sino también es un valor que debemos exigir de los demás.

La honestidad es la base para otros valores que se desprenden del ser honesto, por ejemplo, ser leal, actuar razonablemente, ser justo. El ser honesto supone no tener contradicciones entre lo que se piensa, se sienta y se haga.  Desde este punto de vista, la honestidad es el valor positivo que se contrapone al anti valor de la
hipocresía. También implica no apoderarse injusta e  indebidamente de bienes ajenos ni hacer trampas o fraudes; es decir, la honestidad y la honradez están íntimamente vinculadas.

Una de las cualidades que más buscamos y exigimos de las personas es la honestidad, pues es indispensable para que las relaciones humanas se desenvuelvan en un ambiente de confianza y armonía. Garantiza respaldo, seguridad y credibilidad en las personas. Es uno de los valores de mayor importancia en la personalidad de un individuo porque además de hacerlo una persona confiable, la honestidad lo vuelve saludable y puede vivir armónicamente con su propio entorno y con el de los demás.

No debemos olvidar que los valores deben primero vivirse personalmente, antes de exigir que los demás cumplan con nuestras expectativas. La persona que es honesta puede reconocerse, entre otras cosas por: A) Ser siempre sincero en su comportamiento, palabras y afectos. B) Cumplir con sus compromisos y obligaciones. C) Reconocer sus limitaciones o imposibilidad de hacer o cumplir con algo cuando en realidad así sea. D) Aceptar sus defectos y errores, y esforzarse por superarlos. E) Evitar la murmuración y la crítica destructiva que afectan negativamente a los demás. F) Guardar discreción y seriedad ante las confidencias personales y secretos profesionales.

Cuando alguien miente o engaña, su espíritu entra en conflicto, la paz interior desaparece y esto es algo que los demás perciben porque es difícil de ocultar. Las personas deshonestas se pueden reconocer fácilmente porque engañan a los otros para conseguir de manera abusiva un beneficio. Es muy probable que alguien logre engañar las primeras veces, pero al ser descubierto será evitado por los demás o tratado con precaución y desconfianza.

En la vida no faltan los obstáculos para la honestidad. Uno de los mayores es la impunidad que permite que se puedan violar las leyes y traicionar los compromisos sin que ocurra nada. También el éxito de los "vivos" y los mentirosos, que hacen parecer ingenuas a las personas honradas y responsables, pues trabajan más y consiguen menos que aquellas que viven
haciendo trampas. Y la falta de estímulos y reconocimiento para quienes cumplen con su deber y defienden sus principios y convicciones a pesar de las dificultades que esto les pueda acarrear. Sin embargo, una persona honesta tarde o temprano es reconocida por vivir según este valor, y al ser confiable, creíble y leal, encontrará que se le abren muchas puertas y se le presentan oportunidades para el éxito.

De especial importancia es la honestidad entre las personas que mediante el matrimonio unen sus vidas. Ambos deberán cumplir con las promesas que se hicieron, incluyendo guardar la fidelidad conyugal y la absoluta transparencia en todo lo que piensen, sientan, digan y hagan, sin ocultarse nada. Esa mutua fidelidad y lealtad será muy importante para trasmitir con el ejemplo la  honestidad a sus hijos.