20240123

¿Se acerca el fin de la especie humana?

 
Se están produciendo fenómenos naturales que evidencian cómo nos estamos acercando al final de todo lo que tiene vida, y por supuesto, a nuestro propio fin.

Adolfo Miranda Sáenz 


El ser humano fue el último ser viviente en aparecer en el planeta Tierra. Portador de inteligencia y de voluntad, desde su aparición intervino en la naturaleza para garantizar su subsistencia. Pero desde el principio lo hizo usando la fuerza hasta el punto de desequilibrar los distintos ecosistemas.

El ser humano es altamente creativo, agresivo y poco amante de medirse. Es que los humanos —nosotros— somos una especie dañina que donde llega amenaza a las demás especies, hasta el punto de que hemos llevado al planeta, según los científicos, a la etapa final de la destrucción de la vida en la Tierra. Se están produciendo fenómenos naturales que evidencian cómo nos estamos acercando al final de todo lo que tiene vida, y por supuesto, a nuestro propio fin. El reciente y fantástico éxito del ser humano en poblar el planeta es “un fenómeno del ocaso”, es decir, el gran juego de luces antes del inevitable final del espectáculo. 
 
Apenas en el año 1.800 llegamos a ser mil millones de personas después de existir millones de años; en 1930 éramos ya 2 mil millones; en 1974 alcanzamos 4 mil millones; en 1987 éramos 5 mil millones; en 1999 sumamos 7 mil millones y en 2022, finalmente llegamos a 8 mil millones de personas.

Si observamos bien hay un crecimiento exponencial. Se sabe que las especies se reproducen con gran profusión momentos antes de extinguirse. Por eso tantos científicos están atemorizados observando la acelerada evolución del ser humano hacia la superpoblación. 

Varios organismos de la ONU vienen mostrando anualmente la “Sobrecarga de la Tierra”. El día 22 de julio del recién pasado año 2023 se constató la agotación de los nutrientes esenciales que la Tierra nos proporciona para garantizar la continuidad de la vida. 

Como especialmente los países más desarrollados y ricos no disminuyen su suntuoso consumo, la Tierra no puede seguir dando lo que ya no tiene. Entonces responde con más calentamiento global, más desastres naturales, más virus letales y otros fenómenos que ponen el futuro de la vida humana y de la naturaleza en situación de próxima desaparición. 
 
Esto no es exagerado. Científicos de distintas especialidades y países están alarmados advirtiendo que la vida en la Tierra se acerca a su mayor viraje después de cuatro mil millones de años de existencia. Están advirtiéndolo, pero no se les quiere escuchar.

No hay conciencia colectiva en la población sobre este peligro, ni en los grandes empresarios del mundo que ganan los millones que no quieren dejar de seguir ganando, aunque sea a costa de contaminar el aire, la tierra y el agua; ni en los políticos cuyas campañas se financian con el dinero de esa contaminación. 

Uno de los últimos grandes naturalistas, Théodore Monod, dice: “Somos capaces de una conducta insensata y demente. A partir de ahora se puede temer todo, realmente todo, inclusive la aniquilación de la especie humana. Sería el justo precio de nuestras locuras y de nuestras crueldades.” 

A las voces de los científicos se han sumado voces sensatas de personas con gran liderazgo e indudable prestigio advirtiendo sobre la catástrofe que se nos viene encima. El Papa Francisco, lo ha dejado muy claro en su Encíclica “Laudato Si" (Alabado seas). Muy bien documentado el Papa expone los argumentos científicos sobre el desastre climático que se ha provocado, lamenta la destrucción del medio ambiente y el calentamiento global, critica el consumo y el uso de combustibles como el petróleo o el fracking, advirtiendo las graves consecuencias. 

Aumenta la basura acumulada en mares y tierras, las talas de bosques, los gases y desechos de fábricas y vehículos; la gran destrucción aumenta junto con la ambición humana. Y los rayos del sol derriten los grandes glaciares al desaparecer la capa protectora de ozono por tantos gases contaminantes, incluyendo los que producen los bombardeos en Palestina, Líbano, Siria o Ucrania, para citar algunos ejemplos. 

Las consecuencias se ven en inundaciones por un lado y sequías por otro en un clima loco que —para no ir muy lejos— en Nicaragua produjo el año pasado la temperatura más alta de nuestra historia… ¡y este año se anuncia más alta todavía! Mientras una helada nunca vista azota Estados Unidos y Canadá. 

Sin embargo, no todo estaría perdido todavía. Con esperanza confiamos en que todavía podemos dar un salto en nuestra conciencia. Aún podemos despertar, cambiar de rumbo y así salvar la vida, nuestra civilización y nuestro futuro. ¡Es la esperanza cristiana que espera aún contra toda esperanza! 

Si le pareció útil, compártalo por favor.