20240130

Origen, autoridad y elección del Papa en la Iglesia Católica

Quienes se oponen, critican o atacan a la persona o al magisterio del Papa Francisco, deben leer esto, por su bien y por el bien de la Santa Iglesia Católica. Puede ser muy útil para entender mejor las cosas y sobre lo que puede legítimamente hacer el Santo Padre. Es un análisis EXCLUSIVAMENTE PARA CATÓLICOS. No para polemizar con nuestros hermanos separados.

Adolfo Miranda Sáenz


La unidad de la verdadera Iglesia de Jesucristo, la Iglesia Católica (que significa Universal) y Apostólica, se mantiene firme en la figura de una sola cabeza visible: quien representa en la Tierra a Jesucristo, como su Vicario: El Santo Padre el Papa. Algunos no saben que, además de profundo respeto, aún en materia no dogmática (o sea no infalible) debemos obediencia al Papa en su Magisterio Ordinario. En especial los sacerdotes y obispos, quienes, cuando fueron ordenados, hicieron un solemne juramento de obediencia y fidelidad al Papa.

En materia no dogmática un católico puede, según el juicio sincero de una conciencia bien formada, disentir del magisterio en algún tema , pero puede disentir solamente en privado, y tiene el derecho de, en privado, expresarlo a las autoridades de la Iglesia, jamás. públicamente. La Iglesia reconoce la conciencia como el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella.

Pero no se debe " oponer " la conciencia personal ni la razón " públicamente " al Magisterio de la Iglesia. Quienes así lo hacen se exponen a quedar fuera de ella, como quedaron aquellos que actuando en oposición al Papa, en otras épocas, se separaron, y hoy se llaman protestantes o miembros de diferentes sectas. Si no es que acaso, por sus acciones, ya algunos hoy han quedado de hecho fuera de la Santa Madre Iglesia. (Código de Derecho Canónico c. 212 § 1; 218; 752; 754; 1371; 1373. Catecismo de la Iglesia Católica n. 88-95; 2032-2040).

Pero todos pueden ser perdonados si aceptan con humildad que su forma de disentir ha sido irrespetuosa, presentación de manera incorrecta, pública o de forma que resulta o contribuye a ser causa de escándalo y división . O quizás si actuaron así por ignorar lo que la Iglesia ha mandado al respecto y están dispuestos a reconocer su error. Si con arrepentimiento sincero y humildad estuvieran dispuestos a cambiar sus actuaciones, la misericordia de Jesús, quien sobre la roca de Pedro fundó su Iglesia, y ésta, que es madre y maestra , los acogerían con amor y perdón. 

Cuando Jesús fundó su Iglesia les dio a sus discípulos un mandato: “Vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado; y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28.19-20)

Dicen los Evangelios que “Jesús se fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando al Padre. Cuando amaneció llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a quienes llamaron sus apóstoles" (que significa "sus testigos") (Lucas 6:12-13)

Jesús nombró a doce apóstoles ya uno de ellos le dio la autoridad para dirigirlos. Tocaría a ellos —ya sus sucesores—desarrollar poco a poco los ministerios, la organización, los reglamentos y —bajo su magisterio iluminado por el Espíritu Santo— la doctrina, para que la Iglesia cumpla su misión en cada tiempo y lugar.

Jesús les preguntó: “Ustedes, ¿quién dicen que soy? Respondiendo Simón Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente. Entonces Jesús le dijo: Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en el Cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia , y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te doy a ti las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la Tierra, quedará atado en el Cielo, y todo lo que desates en la Tierra, quedará desatado en el Cielo.” (Mateo 16.13-19)

En otro momento, después de preguntarle a Jesús tres veces a Pedro sobre la fidelidad de su amor, le encargó: “Apacienta mis corderos” (Juan 21,15-17). Y después de la Última Cena Jesús le dijo: " Simón, Simón, ¡escucha! Satanás los ha pedido para zarandearlos como al trigo;  pero yo he rogado por ti, para que tu fe no te falte; y tú, una vez que regreses con tus hermanos, confírmalos en la fe" (Lucas 32.21-22 )

Así, Jesús constituyó a Pedro su Vicario o Representante en la Tierra ya él y los demás apóstoles como las principales autoridades de su Iglesia, con poder de “atar y desatar” . La autoridad que recibió Pedro y que tienen sus sucesores, hoy el Papa Francisco, es muy grande. Igual que la autoridad de los apóstoles con Pedro a la cabeza es hoy la autoridad de los obispos en comunión con el Papa. En la Iglesia el Papa es la Suprema autoridad legislativa, ejecutiva y judicial, con todo el poder de Pedro para "atar y desatar", "apacentar el rebaño de Cristo" y "confirmar a todos los católicos en la fe". 

Esto es así independientemente de que Pedro, los apóstoles, los papas y los obispos, como seres humanos, sean pecadores, imperfectos y en el aspecto humano cometan errores. Pero no nos toca a nosotros juzgar a los que Dios ha escogido y llamado a dirigirnos, sino a Dios únicamente. No nos atrevamos a usurpar lo que sólo a Dios corresponde. Incluso, sabemos que la Iglesia —que es tanto divina como humana, por ser fundada por Dios pero formada por hombres— ha cometido errores humanos en su historia.

Esa estructura jerárquica con que Cristo Jesús fundó su Iglesia, fue una primera organización que debía desarrollarse según las necesidades. Leemos en los Hechos de los Apóstoles y en varias epístolas que en la primitiva Iglesia los apóstoles fueron ordenando supervisores (obispos), ancianos (presbíteros) —no por edad sino por capacidad— y diáconos. Fueron aclarando conceptos, analizando, discirniendo, desarrollando la doctrina,  estructurando la organización. No todo estaba hecho, sino que estaba por hacerse, y continúa haciéndose, con la autoridad dada por Jesucristo y con la luz del Espíritu Santo. 

A los apóstoles le sucedieron los obispos, y a Pedro —quien fue el primer Obispo de Roma— le sucedieron los siguientes obispos de Roma.

Jerusalén era el “centro del mundo” para la religión del Pueblo de Dios del Antiguo Testamento, los judíos. Pero Jesús selló un Nuevo Testamento y creó un nuevo Pueblo de Dios, de todas las naciones. Su Iglesia tiene el mandato de evangelizar a todo el mundo. El “centro del mundo”, cuando nació y se consolidó la Iglesia, era Roma. Y en Roma estableció Pedro su sede. 

Por el poder de “atar y desatar” la Iglesia, con Pedro a la cabeza, tiene la facultad de reglamentar la elección de quienes los sustituirán. Inicialmente al obispo de Roma, afectuosamente llamado “Papa”, lo elegía el consenso de los cristianos romanos. Eso fue cambiando cuando el número de cristianos ya era muy grande y se simplificó mediante el voto de solo los clérigos, hasta llegar a solo un grupo especial de clérigos romanos, que fueron llamados “cardenales”.

“Cardenal” deriva del latín “cardo” o bisagra. Son las “bisagras” alrededor de las cuales gira el edificio de la Iglesia, con el Papa como suprema autoridad. No solo tienen la función de elegir, sino que son los principales consejeros del Papa.  Siendo éste el “Pastor Universal” convenía tener electores de diversas naciones, por lo que se empezaron a crear cardenales de diferentes países.

Como los primeros cardenales eran clérigos de la diócesis de Roma, es costumbre que a cada cardenal se le asigne un “titulus” que lo vincule a Roma simbólicamente. Puede ser un antiguo obispado sufragáneo de Roma, o un nombramiento de presbítero de alguna parroquia o la diaconía de un templo romano. Por eso hay cardenales “del orden de obispos, presbíteros o diáconos”, pero todos son ordenados obispos y principales consejeros y electores del Papa, hasta cumplir los 80 años.

El color rojo que distingue a los cardenales representa su voluntad, de ser necesario, para “derramar su sangre como mártir”, por la Iglesia.