Los cinco grandes principios que guían al cristiano en su vida social fueron enseñados por Jesucristo a sus discípulos y están plasmados de diversas formas en los Evangelios.
Adolfo Miranda Sáenz
Los principios y los valores son conceptos estrechamente relacionados, pero tienen diferencias. Los principios son verdades que constituyen normas supremas o reglas fundamentales que orientan nuestras decisiones, acciones y omisiones. Son la base ética y moral para tomar nuestras decisiones.
Los valores son las creencias y convicciones personales que surgen de esos principios y que consideramos importantes y significativos en nuestra vida. Los valores constituyen lo que consideramos valiosos y nos motivan para actuar en forma correcta.
PRIMERO: La dignidad de la persona humana – El cristiano ve en cada ser humano la imagen viva de Dios mismo, que nos creó a su imagen y semejanza. Toda la vida social se origina y se desarrolla teniendo como su centro a la persona humana. El hombre (varón y mujer), visto en su realidad concreta, representa el corazón y el alma de todas las decisiones, acciones y omisiones del cristiano en la vida social.
Contra la dignidad humana atenta todo lo que vaya en contra de la vida humana y la integridad física, síquica y moral de las personas.
SEGUNDO: La consecución del bien común - La dignidad del hombre conduce a la igualdad de derechos y de oportunidades para todas las personas, y de ello se deriva el principio del bien común, que le da su verdadero sentido a la sociedad humana, porque el hombre vive en sociedad para alcanzar el bien común de todos, es decir, aquello de lo que se benefician todos los ciudadanos. Los sistemas, instituciones y estructuras políticas, sociales y económicas deben funcionar para conseguir el bien común para todas las personas.
Procurar el bien común implica un compromiso por la paz y la correcta organización del Estado con un adecuado ordenamiento jurídico, la salvaguarda del medio ambiente, asegurar la prestación de los servicios esenciales para las personas, como alimentación, salud, educación, vivienda, transporte, etc. Incluyendo la contribución que cada nación (especialmente las naciones ricas) tienen el deber de aportar a la cooperación internacional para el bien común de toda la humanidad. Los cristianos debemos buscar primero el bien común para lograr el bienestar personal.
TERCERO: El destino universal de los bienes - Dios ha
destinado la Tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y
pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma
equitativa según la justicia acompañada de la caridad.
El origen primigenio de todo lo que es un bien, es el acto
mismo de Dios que ha creado al mundo y al hombre, y que le ha dado la Tierra
para que la domine con su trabajo y que todo el género humano goce de sus
frutos, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. Todos los derechos
vinculados a los bienes, sean los que fueren, incluyendo el derecho de
propiedad y libre comercio, están subordinados al destino universal de los
bienes. Por eso, al reconocer el derecho a la propiedad privada se reconoce
también que ésta debe siempre cumplir una función social.
El principio del destino universal de los bienes exige que
se vele especialmente por los pobres. El cristianismo proclama una opción
preferencial por los pobres. Cuando damos a los pobres las cosas indispensables
no les hacemos obsequios generosos, sino que les devolvemos lo que les
pertenece por designio de Dios.
La próxima semana veremos los otros dos grandes principios que
hoy nos faltó completar e iniciaremos el análisis de los grandes valores que se
derivan de estos cinco grandes principios cristianos que constituyen nuestra
norma suprema para la vida social según el Evangelio de Cristo.