El "Papa de la Primavera" nos ha dicho en Pentecostés que el Espíritu Santo no nos moldea a todos iguales, sino que nos constituye como Iglesia en la multiforme variedad de carismas, en una unidad que no es nunca uniformidad.
Adolfo Miranda Sáenz
El Papa Francisco, nos ha dicho en Pentecostés que
el Espíritu Santo no nos moldea a todos iguales, sino que nos constituye como
Iglesia en la multiforme variedad de carismas, en una unidad que no es nunca
uniformidad. Si escuchamos al Espíritu, dice, no nos centraremos en
conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e
izquierda. Cuando estos son los criterios, quiere decir que en la Iglesia se
olvida al Espíritu que es germen de
unidad en la diversidad. No haremos nada bueno con nuestras propias fuerzas y
criterios. Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos, nuestras estructuras
y nuestros planes caeremos en el horizontalismo y no daremos fruto. Los mismos
apóstoles eran muy distintos, recordó el Papa. Había ideas políticas opuestas,
visiones del mundo muy diferentes. Pero cuando recibieron el Espíritu
aprendieron a no dar prioridad a sus puntos de vista humanos, sino al todo de
Dios. El Espíritu impulsa la unidad, la concordia, la armonía en la diversidad.
El Papa de la Primavera —como algunos han empezado
a llamarle por la fresca renovación que impulsa— nos pide no considerar a la
Iglesia simplemente como una organización humana, a pesar de estar integrada
por personas humanas, sino como Templo del Espíritu Santo, pues esa es la clave
para vivir conforme los dictados de Dios. Al recordar y celebrar la Venida del
Espíritu Santo sobre los apóstoles y los primeros discípulos reunidos junto a
la Santísima Virgen María en Pentecostés, el Santo Padre nos exhorta a poner a
Dios antes que a nuestro yo. Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos dejamos
espacio al Señor; sólo si nos abandonamos en Él nos encontramos a nosotros
mismos; sólo como pobres de espíritu seremos ricos de Espíritu Santo.
Es tiempo de llevar la alegría de Jesús
Resucitado, no de quedarnos lamentándonos por el drama de la secularización. Es
tiempo de consolación, del gozoso anuncio del Evangelio subrayando el amor y la
misericordia. Es tiempo de testimoniar misericordia más que de inculcar reglas
y normas. Es tiempo de derramar amor sobre el mundo, sin amoldarse a la
mundanidad, nos enseña Francisco.
El Papa destaca al Espíritu Santo como consolador,
porque todos, especialmente en los tiempos difíciles, necesitamos consolación.
El mundo ofrece alivio momentáneo pero no cura, mientras el Espíritu entra
hasta el fondo del alma. Es la ternura de Dios que no nos deja solos, porque al
estar con quien está solo, ya es consolarlo. El Espíritu Santo quiere levantar
nuestro espíritu pese al miedo y la tentación del desaliento, que ya vivieron
los mismísimos apóstoles. Dice el Papa Francisco que los años pasados con Jesús
no habían cambiado mucho a los discípulos, pero cuando recibieron el Espíritu
Santo todo cambió. Sus defectos y problemas siguieron siendo los mismos, pero
ya no les temían, ni temían a quienes les querían hacer daño. Los que antes
estaban atemorizados, ahora sólo temen no dar testimonio del amor recibido.
Nosotros también debemos dar testimonio en el Espíritu Santo, ser consoladores
y animadores haciéndonos próximos con la oración y la cercanía.
El Papa de la Primavera nos ha dado este mensaje
justo cuando impulsa la sinodalidad. “Sínodo” significa “caminar juntos”. Nos
recuerda que la Iglesia somos todos los bautizados porque todos recibimos el
mismo Espíritu al bautizarnos. Por eso dispuso —antes de celebrar el próximo Sínodo de
Obispos—, consultarle a todo el Pueblo de Dios, no solo al clero y a los
religiosos consagrados, no solo a una élite, dice el Papa, sino también a los
laicos, a los comprometidos y a los no tan comprometidos, en cada diócesis, sin
exclusiones de personas ni temas, para tomar en cuenta todas las opiniones;
culminando en el Sínodo que dará pautas para el futuro de la Iglesia en el
mundo, guiados por nuestros pastores y maestros con la luz del Espíritu Santo.