20210721

¿Catolicismo de Trento o del Vaticano II?

Los nostálgicos no quieren saber nada de renovaciones porque no quieren renunciar al autoritarismo vertical  ni a tradiciones con estructuras más parecidas a la Roma imperial que a la Iglesia de los primeros tres siglos. 

Adolfo Miranda Sáenz



Andrea Riccardi es un laico católico italiano, historiador y fundador de la Comunidad de Sant'Egidio para la asistencia social. Ha recibido reconocimiento mundial por su humanismo y lucha por la paz. Su último libro, “La iglesia arde: crisis y futuro del cristianismo”, aborda el debate entre los católicos que, animados por el Papa Francisco, impulsan las renovaciones emanadas de la letra y del espíritu del Concilio Vaticano II —todavía no totalmente realizadas— y los nostálgicos que quisieran regresar al catolicismo del Concilio de Trento del siglo XVI.

Hay quienes sostienen que los templos católicos de Europa y EE. UU. están quedando vacíos porque la Iglesia ha perdido muchas de sus tradiciones, pompa y rigorismo de antaño, adoptando una laxitud y simplicidad que la debilita. Otros dicen que más bien porque no ha sabido responder ante los nuevos descubrimientos de la ciencia y las necesidades de los fieles en los tiempos modernos, sumado a los escándalos financieros y sexuales en que se han involucrado algunos clérigos.
 
Escándalos —magnificados por los enemigos de la Iglesia— lamentablemente se dan y hacen daño. A pesar de ser una institución divina la Iglesia está formada por pecadores. San Pablo dice que todos hemos pecado y San Juan previene que quien afirma no ser pecador dice que Dios miente (cf. Ro 3,23; 1Jn 1,10). Se cometieron pecados durante las Cruzadas, en los escándalos de la Edad Media, en la Inquisición, y hoy se sigue pecando. Mucho trabajo le ha costado al “Papa de la Primavera”, Francisco, limpiar la corrupción desde el Vaticano para abajo y ejercer cero tolerancia ante los delitos sexuales.
 
Sobre las renovaciones recordemos que San Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II expresando la necesidad del aggiornamento (puesta al día) y de abrir las ventanas para que “entre aire fresco”; para que, desde nuestra fe, podamos dar respuestas adecuadas al mundo moderno. Un “mundo” condenado por Trento como enemigo, junto con el demonio y la carne  (carne, entendida como nuestra naturaleza pecadora, no el sexo como algunos demonizan). El sacerdote y teólogo español Jesús Martínez Gordo se pregunta por qué algunos siguen practicando  las autoritarias condenas al “mundo”, tan comunes antes del Vaticano II, si el “mundo”, con sus conocimientos y con sus formas de vida, no es un lugar de “perdición” sino de “encuentro con Cristo”.
 
¿Se puede renovar la Iglesia, como quería San Juan XXIII? En “La Sal de la Tierra” Benedicto XVI reconoce que en nuestra doctrina existe una “jerarquía de las verdades”, que las verdades definitivas son pocas y que aún en los dogmas pueden encontrarse nuevas perspectivas (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 84-90). Los obispos alemanes con representantes del clero y laicado desarrollan un “camino sinodal” (sínodo significa caminar juntos) analizando propuestas que permitan revisar el celibato sacerdotal, la doctrina sexual, el papel de las mujeres en la Iglesia, la elección de los obispos, el ejercicio de la autoridad y mucho más. El papa Francisco los ha animado a seguir discutiendo abierta y honestamente las cuestiones planteadas y formulando sus recomendaciones que permitan una renovación. Los invita a que sus aportaciones contribuyan a la preparación del Sínodo de Obispos de 2023, convocado por él mismo.
 
Los nostálgicos no quieren saber nada de renovaciones  o sínodos de bautizados donde el pueblo de Dios sea escuchado, porque no quieren renunciar al autoritarismo vertical  ni a prácticas y tradiciones anacrónicas con estructuras más parecidas a la Roma imperial que a la Iglesia de los primeros tres siglos. ¿Arde la Iglesia con el papa Francisco? ¡Qué bueno! Esas discusiones pueden parecer llamaradas, pero el fuego purifica. Hay quienes tratan de detener el impulso sinodal y la renovación que impulsa “el Papa de la Primavera” con un nuevo aggiornamento ante los nuevos conocimientos científicos y las nuevas perspectivas doctrinales de teólogos que no están anclados en Trento.