Como cristianos, según nuestra doctrina social, debemos promover siempre soluciones pacíficas mediante el diálogo, aún en los casos más extremos y aunque antes haya fracasado.
Adolfo Miranda Sáenz
Con mucho interés leí en LA PRENSA del lunes pasado
el comentario de Humberto Belli, refiriéndose a mi reciente artículo sobre el
diálogo publicado en este mismo periódico. Humberto precisa algunos datos sobre
las víctimas de las dos últimas guerras sufridas en Nicaragua, primero contra
Somoza y luego entre la Resistencia y el Gobierno Sandinista. Yo me referí a 65
mil muertos y 150 mil lesionados, basándome en el artículo “Revolución Sandinista”
de Wikipedia, que cita a la página web “De re Militari”. Los cálculos de
Humberto son de alrededor de 22 mil muertos y mucho menos de 150 mil heridos. Como
bien dice, sobre esas cifras no hay suficiente documentación, y considero válido
hacer diferentes cálculos. Lo importante es que —sean 65 mil o sean 22 mil— son muchas muertes para
Nicaragua.
En el conflicto del 2018, según la Comisión de la
Verdad creada por el Gobierno murieron 209 civiles y 13 policías; según la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos murieron 307 civiles y 21 policías. Son muchos hermanos
nicaragüenses muertos, más los heridos. Sumemos los presos que estuvieron entonces
y salieron posteriormente, los detenidos recientes y los que se han ido del
país. ¡Es mucho dolor! ¿Queremos que todo esto, de ayer y de hoy, continúe y se
repita mañana? ¡Ninguna persona sensata lo puede querer!
Agreguemos a tanta sangre y lágrimas causadas por
estos conflictos, la posibilidad (temida por algunos, igual sea mucho o poco probable)
de que el país caiga en una situación económicamente crítica como en los 80, o
como están hoy Cuba y Venezuela donde hay gente muriendo por falta de alimentos
y medicinas, con apagones de largas horas y sitios donde llega el agua corriente un
día al mes. ¡Tampoco queremos eso!
El Presidente de la Conferencia Episcopal y Obispo
de Jinotega, Monseñor Carlos Enrique Herrera, en entrevista publicada por LA
PRENSA el pasado lunes, dijo que hay que aconsejar para que se reflexione y animarnos
a buscar soluciones juntos en un diálogo, como primer paso para salir de esta
situación difícil tanto para unos como para otros. Destacó que la Iglesia siempre considera el diálogo como
lo mejor, y que estaría dispuesta a ser mediadora para que haya entendimiento,
paz y armonía, por el bien de todos.
Como cristianos, según nuestra doctrina social, debemos
promover siempre soluciones pacíficas mediante el diálogo, aún en los casos más
extremos y aunque antes haya fracasado. También debemos recordar que todo
gobierno tiene la función de procurar el bien común, haciendo lo necesario para
que todos los ciudadanos, sin excepción, puedan vivir con tranquilidad y
bienestar. Le corresponde al gobierno establecer diálogos políticos y
económicos creando las condiciones propicias, un clima adecuado, sin tensiones.
Dialogar, pero no solo con los partidos y empresarios que están cercanos al
gobierno —lo cual nada solucionaría—, sino con los que están alejados, en
desacuerdo, pero que tengan la voluntad de dialogar por el bien de Nicaragua.
La oposición debe ser realista y reconocer que no
se puede cambiar por la fuerza al gobierno. Que ni la oposición ni la comunidad
internacional pueden hacerlo. Que nada se va a lograr sin diálogos y acuerdos
entre los nicaragüenses. Que nadie va a poner su cabeza para que se la corten,
ni hoy ni mañana. Que el presente no cambiará sin acuerdos, y el futuro —en su
momento— deberá ser consensuado. La oposición debe facilitar el diálogo sin
pretender ahora el cien por ciento de sus aspiraciones. Todos debemos
contribuir al diálogo, no para señalar culpables ni para que uno triunfe y otro
salga derrotado, sino para proteger a Nicaragua y evitar más tragedias. Cediendo
todos lo suficiente para vivir sin amenazas ni temores para ningún sector; y
así, ir creando condiciones necesarias para que, paso a paso, vayamos avanzando
hacia una solución completa con el consenso de todos. Lograr ahora cierta normalidad
que permita más adelante concertar acuerdos definitivos.
Publicado en el Diario La Prensa y transmitido por Radio Corporación (Managua)