20220224

Qué es y qué valor tiene la misa

Si Dios siempre nos escucha cuando oramos en cualquier parte, ¿por qué necesitamos ir a Misa? ¿Qué tiene la Misa de especial o de particular? ¿En que se diferencia de otras devociones?

Adolfo Miranda Sáenz


Dios siempre escucha nuestras oraciones en cualquier momento y lugar: en la intimidad de nuestros pensamientos, en nuestras casas, paseando por un parque, en una capilla, o ante el Santísimo. Pero nada tiene la importancia, el valor, ni nos acerca tanto a Dios como la Misa. Porque en la Santa Misa se actualiza para nosotros exactamente lo mismo que se realizó en el Monte Calvario: la Crucifixión de Jesús. Sucede sin que nuestros sentidos lo puedan ver, solamente percibido con los ojos de la fe. En cada Misa se presenta el Santo Sacrificio de Jesús en la Cruz, con el mismo valor infinito que tuvo en el Calvario. Se actualiza el sacrificio de Cristo Jesús, hecho de una vez y para siempre, mediante el cual, por su inmenso amor a nosotros, él pagó por nuestros pecados, nos abrió las Puertas del Cielo y nos hizo hijos del Padre.  
 
Como simples humanos no podemos pagar la deuda infinita por desobedecer y ofender a Dios con nuestros pecados (y todos somos pecadores), por eso Jesucristo Dios se hizo hombre, para ofrecer al Padre el sacrificio de su vida en la Cruz por nosotros. Y eso se hace actual en cada Misa. Además, al ofrecerle al Padre el pan y el vino que se convertirán realmente, no simbólicamente, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ponemos en ese pan y ese vino también a nuestras personas, lo que somos y tenemos, nuestras alegrías, sufrimientos, alabanzas, necesidades y súplicas, lo cual se simboliza agregando una gotita de agua al vino. Cuando el sacerdote celebrante repite sus palabras “Este es mi cuerpo…  Esta es mi sangre…”, Cristo se hace presente en esa Eucaristía en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Tal como lo veían y tocaban sus discípulos en Jerusalem. Jesús completo, indivisible, totalmente presente en cada partícula de lo que antes fuera pan y vino, sin fraccionarse, y con Cristo también nos ofrecemos nosotros junto a toda la Iglesia en ofrenda al Padre Eterno.

Dios siempre nos escucha cuando oramos, pero en la Misa nuestro agradecimiento a Dios por todas sus bendiciones, el perdón de nuestros pecados, las plegarias por nuestras necesidades, todas nuestras oraciones tienen un valor infinito por hacerse junto a la actualización y presencia sacramental del Sacrificio de Cristo en la Cruz, con su infinito valor; y al mismo tiempo correspondemos obedeciendo su amorosa solicitud, porque Él personalmente nos lo ha pedido: “Hagan esto en memoria mía”. ¡Cómo negarnos a lo que Jesús nos ha pedido concretamente hacer en su memoria! ¿Negárselo a Él, que tanto nos da y tan poco nos pide?
 
Iniciamos la Misa pidiendo perdón por nuestros pecados y glorificando a Dios. Luego leemos varios textos de la Santa Biblia: del Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento, cantamos o recitamos un Salmo; y poniéndonos de pie leemos el Santo Evangelio que es especialmente la Palabra del Señor Jesús. Se predica una breve explicación llamada homilía. Después proclamamos nuestra fe con el Credo y hacemos algunas peticiones además de las que cada uno lleva en su corazón. Continuamos ofreciendo, junto al pan y el vino, lo que somos y tenemos, sumándonos a la ofrenda preciosa al Padre que será la misma persona viva del Hijo, Jesucristo.
 
Luego viene lo que nuestra Iglesia proclama como fuente y culmen de toda la vida cristiana: la acción por  la cual, en Cristo, Dios santifica al mundo, y el culto que en el Espíritu Santo nosotros damos a Cristo y por él al Padre; el Santo Sacrificio de Cristo en el Altar. Y nos arrodillamos en adoración ante él. Oramos también por nuestros difuntos y juntos rezamos el Padre Nuestro y nos deseamos la paz. Se finaliza con la Comunión, como en la Cena que Nuestro Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión. Al recibir a Jesús en la Comunión él se hace uno con nosotros en un dulce abrazo. Jesús dijo: “Quien coma mi carne y beba mi sangre no morirá, sino que vivirá eternamente”. La Misa está sobre cualquier otra devoción. Tiene un valor infinito e insustituible.
 
La palabra Misa viene del latín “missio”, enviar; e implica nuestra misión como enviados  por Jesús al mundo.

Publicado en el Diario LA PRENSA y transmitido por Radio Corporación (Managua)