En caso de que exploten tan solo el 10% de sus bombas nucleares, los dos quedarían destruidos 48 horas después. En poco tiempo los daños seguirían hasta cubrir el planeta.
Se han hecho estudios serios y
confiables sobre los resultados de una guerra entre Estados Unidos y Rusia; entre
otros, el análisis del científico estadounidense Carl Sagan, premiado dos veces
por la NASA por sus aportes a la ciencia, premiado por la Academia Nacional de
Ciencias de los Estados Unidos, la Asociación Americana de Profesores de Física
y la Sociedad Astronómica Americana, entre más de treinta reconocimientos; otra
investigación la hizo el Programa de Ciencias y Seguridad Global de la
Universidad de Princeton; también lo hizo la Fundación Nacional de Ciencias de Estados
Unidos, e igualmente otras instituciones importantes. Todos coinciden en el
resultado final: Sí; sería el fin del mundo. Veamos, en forma resumida, por qué
lo afirman.
Estados Unidos cuenta con un
arsenal de más o menos 5 mil bombas nucleares y Rusia cuenta con más o menos 6
mil. Pero para acabar con la vida en la Tierra bastaría que entre los dos
lancen 500 de esas bombas. Una bomba nuclear tiene entre 20 a 50 megatones de
capacidad explosiva (energía al detonar) y serían suficientes 10 mil megatones
de explosión para acabar con el mundo tal como lo conocemos. 500 bombas
nucleares de 20 megatones o 200 de 50 megatones causarían el cataclismo. Una
sola bomba de 20 megatones alcanzaría, al explotar, una temperatura de 300
millones de °C durante 7 segundos (el centro del Sol alcanza 20 millones °C). En
unos 15 Km. de radio todo sería casi instantáneamente consumido por una inmensa
bola de fuego. Toda persona en un radio de 45 Km. sufriría graves quemaduras (o
sea, en un diámetro de 90 Km., el largo de una ciudad grande).
El aire sobrecalentado en las
cercanías de la zona sería impulsado hacia la periferia reforzando el efecto
abrasador de la bola de fuego. Lo que no destruya el fuego inicial lo haría la
onda de choque que envolvería edificios y cualquier cosa que alcance. El efecto
no sería como de un golpe sino como un estrujamiento envolvente que se recibiría
de todas direcciones. Construcciones, vehículos, árboles y cualquier cosa que se
encuentre sería quemado o triturado. Esto sucedería con una sola bomba, pero
generalmente los misiles nucleares llevan varias bombas a la vez, las que al
aproximarse a su objetivo se esparcen y explotan en diferentes direcciones.
En caso de que Estados Unidos y
Rusia exploten tan solo el 10% de sus bombas nucleares, los dos quedarían destruidos
48 horas después, pues alcanzarían los 10 mil megatones con las primeras 500
bombas; pero también destruirían a Canadá, México y toda Europa. En poco tiempo
los daños seguirían hasta cubrir el planeta. Después del fuego y la onda de
choque, una lluvia de cenizas y polvo radioactivos contaminarían el aire, la
tierra y el agua. Los vientos y las corrientes esparcirían la radiación. Todo quedaría
radioactivo. Los pocos sobrevivientes morirían de enfermedades de la piel, vías
digestivas, corazón, cerebro y cáncer en diferentes órganos. Una nube de gases
tóxicos subiría a la estratósfera y taparía el sol produciéndose una gran
oscuridad y el congelamiento de la tierra como en la era glacial que acabó con
los dinosaurios.
¿Podrían las potencias enfrentarse en una guerra
sin usar armas atómicas o limitándolas a un uso gradual? Los expertos
consideran que no, porque ninguno estaría dispuesto a arriesgarse a ser
derrotado, sometido o humillado por el otro, sin lanzar todas sus armas nucleares.
Más aún, se considera que un primer ataque de uno haría que el otro se
adelantara a lanzar un fuerte ataque nuclear antes de que el otro lo haga
primero. ¿Son efectivos los llamados “escudos nucleares”? Los expertos afirman
que no; tales cohetes interceptores no
lograrían interceptar más de un quince por ciento de misiles nucleares. En
conclusión, sería inevitable el fin del mundo.
Publicado en el Diario La Prensa y transmitido por Radio Corporación (Managua)