Todo tiene una "fecha de vencimiento". Nada es para siempre, todo se pasa, todo termina. Nuestra vida, todo lo bueno y también todos los males; todo un día terminará. Mientras tanto, Dios no nos deja solos.
Adolfo Miranda Sáenz
Los primeros versos de un poema de Santa Teresa de Jesús, dicen:
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa;
Dios
no se muda.
La paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta;
sólo
Dios basta.
Entre las afirmaciones sabias que contiene este poema está la
frase “todo se pasa”, lo cual es tan cierto como que hoy salió el sol. Porque
en este mundo, en esta vida, todo se pasa, todo se acaba, todo termina, nada es
para siempre. Dios nos creó para vivir aquí solamente un tiempo. Así como un
día inició nuestra vida, otro día finalizará con la muerte. Todos los seres
vivos: plantas, animales y seres humanos estamos destinados a morir; como
también toda obra humana tiene su final.
Fuimos concebidos en el vientre
de nuestra madre marcados con una “fecha de caducidad” o “fecha de vencimiento”
que tarde o temprano llegará. ¿Conoce Usted su fecha de vencimiento? ¡No! ¡No
la conoce! Por eso debemos tomar conciencia de que aquí estamos de paso y que al
morir nos iremos como venimos: sin nada. Solo valdrán los buenos o malos
recuerdos que dejemos y nuestros frutos buenos o malos. Nos toca vivir cada día
como si fuera el último. Ni usted ni yo ni nadie sabe si mañana seguirá vivo. Nadie
puede saber cuándo tendrá que rendir cuentas ante Dios. Entonces, esforcémonos
por producir frutos buenos para ser juzgados por el bien que hagamos. ¡Lo bueno hagámoslo ya! ¡Arreglemos pronto lo
pendiente! No dejemos las cosas para “más adelante”, porque quizá no habrá un
“más adelante”. ¡El tiempo no se detendrá a esperarnos!
Debemos saber vivir mientras
tengamos vida y apreciar las cosas buenas que Dios nos da. Miremos lo más
cercano y a nuestro alrededor, y veremos que hay personas y cosas buenas que
apreciar y disfrutar, y que teniéndolas tan accesibles frecuentemente las
pasamos por alto. Pensemos en tantas cosas maravillosas que Dios nos permite
tener, y aprovechémoslas. ¡No estarán para siempre!
Las cosas malas tampoco son para siempre.
También pasarán. Todo pasa, todo se acaba. En esta vida sufrimos por diferentes
razones: problemas económicos, conflictos familiares, la muerte de seres
queridos, ausencias, temores, enfermedades, ofensas, abandono… ¡La lista es
interminable! Cada cual sabe cuáles son sus preocupaciones y sufrimientos. Dios
nos dice que todo pasará, que nada es para siempre: “Todo tiene su momento, y
cada cosa tiene su tiempo bajo el cielo. Un tiempo para llorar y un tiempo para
reír; un tiempo para lamentar y un tiempo para festejar” (Eclesiastés 3, 1 y
4). Dios sabe que todo pasará; en su Palabra nos dice: "Por la noche
durará el llanto, pero en la mañana vendrá la alegría” (Salmos 30, 5b). Jesús dijo: “En el mundo tendrán aflicciones,
pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Juan 16, 33). Ningún sufrimiento de
este mundo es mayor que el poder de Jesús, quien nunca nos abandona. En la
Biblia está escrito: “Dejen todas sus preocupaciones a Dios, pues él se
interesa por ustedes” (1Pedro 5, 7), “¿Acaso olvida una madre a su niño de
pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ellas llegasen a
olvidar, yo no te olvido” (Isaías 49, 15).
No nos espantemos ante los sufrimientos de este
mundo porque tienen su fecha de vencimiento, todo pasa, todo termina, nada es
para siempre. Mientras tanto, Dios nos acompaña, consuela y fortalece. Dios no
se va nunca de nuestro lado. Dios no se muda. Vivamos sabiendo que ciertamente nosotros
tenemos una fecha de caducidad y hagamos el bien. Sepamos disfrutar de lo bueno,
porque también lo bueno un día se termina. Y ante los males, tengamos paciencia
y confianza en Dios. Como dice Santa Teresa de Jesús:
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa;
Dios no se muda.
La paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta;
sólo Dios basta.
Publicado en el Diario La Prensa y transmitido por Radio Corporación (Managua)