La muchacha que los muchachos ven con admiración y respeto es la que, sin llegar a ningún extremo ni exageración en ninguno de los dos sentidos, sabrá actuar con pudor sin dejar de estar a la moda ni actuando como una mojigata. Ningún extremo es bueno.
Adolfo Miranda Sáenz
El pudor en las mujeres es la
cualidad de actuar con decencia y recato sobre su sexualidad. Aumenta su
valoración moral y su atractivo, pues con su modo de vestir mantiene cierto encanto
misterioso en torno a su cuerpo, lo cual la beneficia en sus relaciones sociales
y en el amor.
No debemos confundir el pudor con
las exigencias impuestas a las mujeres, en todos los aspectos de la vida, por
interpretaciones literales y arcaicas de las leyes del Corán escritas hace más
de 1.300 años, y que —con todo respeto a la fe de los musulmanes— los escritos
de tanta antigüedad, incluyendo nuestra Biblia, judía o cristiana, no deben
interpretarse literalmente en todo, sino con el auxilio de la historia de la
cultura y la ciencia.
Tampoco confundiremos el debido
pudor con la mojigatería ni con las costumbres en los vestidos y otros
comportamientos propios de otras generaciones, culturas y circunstancias por
las que el mundo ha pasado. Pero es real que se valora más a una mujer cuando
actúa y viste con pudor, sin ser extremista ni anticuada, que utilizando ciertas
prendas hoy de moda.
Desde el siglo pasado la moda
femenina ha tenido muchos cambios, lo cual es normal cuando no se exagera.
Aparecieron la minifalda, los ajustados pantalones
jeans, los mini-short, luego el bikini, los topless (como símbolo
de liberación femenina).
El bikini fue reduciéndose hasta
convertirse en tanga que por delante apenas cubre los genitales y cuya parte
trasera es una delgada tira de uno a dos centímetros, dejando al descubierto
ambos glúteos.
Algunos bailes modernos se
prestan a usar ciertos pasos para vincularlos abierta y públicamente con la
intimidad sexual, aunque los mismos ritmos pueden ser bien bailados sin llegar
a esos extremos.
Estos fenómenos
sociales han hecho que mucho se reduzca el pudor poniendo a la mujer en
exhibición como algo de simple atracción física, en un juego de estímulos
sexuales abiertamente en público.
Un vestido con poco que cubrir o
un baile con movimientos eróticos se convierten en impúdicos, o sea contrarios
al pudor, porque se transforman en recursos sexuales de la mujer para provocar
una atracción física en el sexo opuesto, presentándola como objeto de placer y
encubriendo su verdadero valor como persona. Es diferente el baile con
movimientos propios de la feminidad, incluso sexis, que movimientos eróticos, propios
de la atracción sexual.
La moda actual que quita todo
encanto misterioso a la belleza femenina al dejar muy poco de sus cuerpos
cubiertos, y los bailes eróticos, han sometido a las mujeres a través de la
publicidad, revistas, series de televisión, películas, videos musicales, amistades,
etcétera, a someterse a todo eso o quedar ante su grupo social como mojigatas,
anticuadas y ridículas, y ser objeto de burlas y rechazos.
Pero una muchacha que quiera ser
apreciada realmente por los muchachos, como una mujer que vale por lo que es y
no por lo que muestra (que a veces puede ser visto como “lo que ofrece”) no se
esclavizará por la moda. Sin llegar a ningún extremo ni exageración en ninguno
de los dos sentidos, sabrá actuar con pudor sin dejar de estar a la moda ni actuando
como una mojigata. Ningún extremo es bueno.
Peor que lo anterior es la creciente
práctica de relaciones sexuales entre jóvenes que apenas se conocen o se
conocen muy poco, sin siquiera haber establecido una relación de noviazgo que
implique —por lo menos— una sincera y mediana probabilidad de llegar al
matrimonio.
Quienes conocen la sicología humana
saben que los muchachos preferirán a “la fácil”, a la muchacha sin pudor que
fácilmente pueda acostarse con él; pero solo para satisfacer sus deseos
sexuales y divertirse un tiempo. Pero, para enamorarse, llegar a amarla, considerarla
como una posible futura esposa y madre de sus hijos, escogerá a la que, sin
caer en lo ridículo, tenga un sano pudor, buenos valores y principios morales.