Estas son algunas de las
importantes preguntas que serán planteadas, respondidas y sus respuestas
votadas en el Sínodo Mundial de Obispos a celebrarse en Roma este año y
recogidas en el documento “Instrumentum Laboris” (o sea, documento de trabajo) que
será el documento base del Sínodo, producto de un proceso de amplias consultas
realizadas, parte “en línea” y parte presencialmente, en que participamos muchos
católicos de todas las diócesis del mundo, en una amplia representación de
clérigos, religiosos consagrados y laicos, y después de las conclusiones y
resúmenes de los sínodos de diferentes regiones y continentes.
En las sesiones finales de este
Sínodo de Obispos que se celebrará en Roma, también participarán representantes de sacerdotes,
diáconos, religiosos consagrados y laicos, varones y mujeres con derecho a voz
y voto.
Sínodo significa “caminar juntos”
y es el método del Papa Francisco para ejercer el “poder papal”, gobernar la
Iglesia y reformar lo que haya que reformar y que sea doctrinalmente
reformable.
No se plantea en el documento
discutir si las mujeres pueden ser ordenadas como presbíteros, pero sí sobre el
acceso al diaconado y a los procesos de gobierno y toma de decisiones, en un
espíritu de comunión y con vistas a la misión.
Lo que sí se discutirá ampliamente
es el tema del celibato sacerdotal, ante lo planteado en las consultas previas
por numerosos sectores; celibato que, debemos aclarar, no es un tema de
doctrina sino una costumbre reglamentada que se impuso siglos después del
inicio del cristianismo y solo en una parte del mundo, no en toda la Iglesia.
Lo que se planteará es si donde es obligatorio se pueden considerar situaciones en que el celibato, en
ciertos casos, sea una opción que se pueda obviar.
Hay temas muy delicados,
obviamente, y los sectores más tradicionalistas y conservadores harán fuerte
oposición a algunos de ellos. Hay preguntas que serán muy debatidas, como ésta:
¿Es posible que, sobre todo en lugares donde el número de ministros ordenados
es muy reducido, los laicos puedan asumir el papel de responsables de la
comunidad? ¿Qué implicaciones tiene esto en la comprensión del ministerio
ordenado?, o ¿es posible, como proponen algunos continentes, abrir una
reflexión sobre la posibilidad de revisar, al menos en algunos ámbitos, la
disciplina de acceso al presbiterado por parte de hombres casados?
Son preguntas claras que
requerirán respuestas claras, antes de la decisión final del Papa. Algo que
entre tradicionalistas y conservadores tendrá mucha oposición, pues incluso
todavía hay algunas diócesis donde se resisten a ordenar diáconos casados.
Aunque son una minoría entre las diócesis.
El Papa Francisco y la mayoría de obispos
impulsan una Iglesia Católica decidida a “caminar juntos” y ser cada vez más
humilde, más servidora, más abierta y menos autoritaria; presta más a perdonar,
comprender, acoger y consolar, que a condenar. Una Iglesia que acoge a los pecadores como Jesús lo hizo con los publicanos y las adúlteras. Una Iglesia para sanar y salvar, no para juzgar, excluir, señalar ni marcar a nadie. Una Iglesia que no actúa como "aduana" y entiende que Jesús no vino para los santos y sanos, sino para los pecadores y enfermos.
Una Iglesia que sabe que la formamos pecadores y que nadie puede tirar "la primera piedra". Una Iglesia donde predomina el
amor y la misericordia sobre los preceptos y reglamentos. Una Iglesia como la
fundó Jesús, dándole la misión de predicar su Evangelio del amor, no del miedo;
enviada a sanar, a perdonar y a predicar la salvación para toda la
humanidad. No para amenazar y atemorizar sino para consolar y animar. Para salvar al mundo, no para condenarlo.