20230629

Qué se discutirá en el Sínodo de la Iglesia Católica

Cómo ejercerá su autoridad el Papa para darle más peso a las opiniones de obispos, sacerdotes y laicos. Cómo acercar la Iglesia a los que se sienten excluidos: divorciados, homosexuales, etc. Posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados. Diaconado para mujeres. Los abusos. El clericalismo. La unidad cristiana. Y más...

Adolfo Miranda Sáenz
 

¿Qué medidas concretas debe tomar la Iglesia Católica para acercarse más a las personas que se sienten excluidas de la Iglesia a causa de su afectividad y sexualidad. Por ejemplo: los divorciados vueltos a casar, personas en matrimonios polígamos (comunes en regiones de África), personas homosexuales, etc.? 

¿Cómo deberá evolucionar el papel del Obispo de Roma y el ejercicio de su autoridad como Papa para que las opiniones de obispos, sacerdotes y laicos tengan más peso y facilitar la unidad de los cristianos? 

¿Qué otros pasos concretos deben, todavía, darse, para ofrecer justicia a las víctimas y supervivientes de abusos sexuales, espirituales, económicos, de poder y de conciencia por parte de personas que estaban desempeñando un ministerio o una misión en la Iglesia?
 
Estas son algunas de las importantes preguntas que serán planteadas, respondidas y sus respuestas votadas en el Sínodo Mundial de Obispos a celebrarse en Roma este año y recogidas en el documento “Instrumentum Laboris” (o sea, documento de trabajo) que será el documento base del Sínodo, producto de un proceso de amplias consultas realizadas, parte “en línea” y parte presencialmente, en que participamos muchos católicos de todas las diócesis del mundo, en una amplia representación de clérigos, religiosos consagrados y laicos, y después de las conclusiones y resúmenes de los sínodos de diferentes regiones y continentes.
 
En las sesiones finales de este Sínodo de Obispos que se celebrará en Roma, también participarán representantes de sacerdotes, diáconos, religiosos consagrados y laicos, varones y mujeres con derecho a voz y voto.
 
Sínodo significa “caminar juntos” y es el método del Papa Francisco para ejercer el “poder papal”, gobernar la Iglesia y reformar lo que haya que reformar y que sea doctrinalmente reformable.
 
No se plantea en el documento discutir si las mujeres pueden ser ordenadas como presbíteros, pero sí sobre el acceso al diaconado y a los procesos de gobierno y toma de decisiones, en un espíritu de comunión y con vistas a la misión.
 
Lo que sí se discutirá ampliamente es el tema del celibato sacerdotal, ante lo planteado en las consultas previas por numerosos sectores; celibato que, debemos aclarar, no es un tema de doctrina sino una costumbre reglamentada que se impuso siglos después del inicio del cristianismo y solo en una parte del mundo, no en toda la Iglesia. Lo que se planteará es si donde es obligatorio se pueden considerar situaciones en que el celibato, en ciertos casos, sea una opción que se pueda obviar.
 
Hay temas muy delicados, obviamente, y los sectores más tradicionalistas y conservadores harán fuerte oposición a algunos de ellos. Hay preguntas que serán muy debatidas, como ésta: ¿Es posible que, sobre todo en lugares donde el número de ministros ordenados es muy reducido, los laicos puedan asumir el papel de responsables de la comunidad? ¿Qué implicaciones tiene esto en la comprensión del ministerio ordenado?, o ¿es posible, como proponen algunos continentes, abrir una reflexión sobre la posibilidad de revisar, al menos en algunos ámbitos, la disciplina de acceso al presbiterado por parte de hombres casados?
 
Son preguntas claras que requerirán respuestas claras, antes de la decisión final del Papa. Algo que entre tradicionalistas y conservadores tendrá mucha oposición, pues incluso todavía hay algunas diócesis donde se resisten a ordenar diáconos casados. Aunque son una minoría entre las diócesis.
 
El Papa Francisco y la mayoría de obispos impulsan una Iglesia Católica decidida a “caminar juntos” y ser cada vez más humilde, más servidora, más abierta y menos autoritaria; presta más a perdonar, comprender, acoger y consolar, que a condenar. Una Iglesia que acoge a los pecadores como Jesús lo hizo con los publicanos y las adúlteras. Una Iglesia para sanar y salvar, no para juzgar, excluir, señalar ni marcar a nadie. Una Iglesia que no actúa como "aduana" y entiende que Jesús no vino para los santos y sanos, sino para los pecadores y enfermos. 

Una Iglesia que sabe que la formamos pecadores y que nadie puede tirar "la primera piedra". Una Iglesia donde predomina el amor y la misericordia sobre los preceptos y reglamentos. Una Iglesia como la fundó Jesús, dándole la misión de predicar su Evangelio del amor, no del miedo; enviada a sanar, a perdonar y a predicar la salvación para toda la humanidad. No para amenazar y atemorizar sino para consolar y animar. Para salvar al mundo, no para condenarlo.