Si los pezones masculinos no cumplen la función de amamantar, ¿para qué existen? La respuesta contiene una lección muy importante. Tienen una razón de ser que la ciencia nos la enseña.
Adolfo Miranda Sáenz
Sucede que el sexo se determina al ser concebido y se forma mientras estamos dentro del útero de la madre. Todos los óvulos de la mamá tienen solo cromosomas X. Mientras que los espermatozoides del papá pueden ser X o Y. Si es X el resultado será XX, o sea una niña. Si es Y, el resultado será XY, o sea un niño.
Todos los embriones primero se desarrollan siguiendo un "patrón femenino", como si todos tuviéramos solo cromosomas X; o sea, como mujeres. Unos 60 días después de la concepción, la hormona llamada testosterona empieza a actuar en los que tienen un cromosoma Y, es decir, en los varones. Esta hormona empieza a cambiar la formación de las células de los órganos genitales del bebé, así como hacen también cambios en el cerebro y en otras partes del cuerpo. Pero, para entonces, los pezones ya están formados y formados se quedan, iguales en los que nacerán varones que en los que nacerán mujeres.
Cuando inicia el tiempo de la pubertad en las niñas, generalmente entre los 1o y 12 años, empieza la producción de hormonas femeninas que desarrollan sus pechos. Los pechos de los varones y las glándulas mamarias no se desarrollan en los niños, pero los pezones quedarán en el pecho de los hombres durante toda la vida, pero sin la función de amamantar.
Si los pezones masculinos no cumplen la función de amamantar, ¿para qué sirven? La respuesta contiene una lección muy importante. Algunas partes del cuerpo humano sirven para más de una función. Por ejemplo, la boca no solo sirve para comer sino también para hablar, cantar, reír, etc.
Igualmente, los pechos de la mujer y sus pezones no solo sirven para amamantar. Son atractivos para los hombres y muy sensibles al tacto en la intimidad de los esposos. Pero la atracción que tienen para los hombres los pechos femeninos se debe también, inconscientemente, a que existe una relación primitiva entre el hombre y los pechos femeninos, pues los mismos representan la fuente de alimento, o sea la fuente de la vida al nacer y durante la primera etapa de subsistencia fuera del vientre materno.
Los senos evocan instintivamente en el cerebro del hombre el vínculo especial con la vida y además, los perciben como signo de fertilidad. Todo esto de manera inconsciente.
Ahora bien, las mujeres fueron igualmente amamantadas por sus madres. ¿Por qué solo los hombres sentirían aquel vínculo vital? ¡Las mujeres también! Y he aquí una de las maravillosas respuestas a la pregunta de si existe una inteligencia superior creadora en el proceso evolutivo del ser humano: un Dios que todo lo hace bien. Si a los hombres les atraen los pechos femeninos, ¡a las mujeres les atraen los pechos varoniles con sus pezones!
Los pechos de los hombres también tienen sensibilidad, aunque los de la mujer sean mucho más sensibles, y tanto los de la mujer como los del hombre cumplen su función en la intimidad de los esposos. Aunque por machismo algunos hombres no reconocen ese atributo y algunas mujeres temen a la reacción que ellos puedan tener, es algo absolutamente normal, científico, sano y moral. No tiene nada que ver con ninguna condición gay de la persona.
Dios no creó nada sin utilidad ni sin sentido, y en vez de dejar al hombre con un tórax “lizo”, creó utilidad para sus pezones. Podemos decir que nada sobra en los seres humanos. Ni siquiera el ombligo, que una vez terminada la función de llevar la vida de la madre al bebé, se corta, pero dejando ese pequeño detalle en el centro del cuerpo que sin ombligo estaría incompleto. El hombre y la mujer son lo mejor de la creación de Dios, con su belleza natural mutuamente complementaria, así, tal y como son.