20240109

¿Dios inspiró La Biblia realmente?

Una colección de textos “inspirados” no “dictados” (¡importante diferencia!), escritos por hombres de distintas culturas y conocimientos, con una diferencia de 1.600 años entre el primero y el último. Dios ha querido revelarnos progresivamente según la civilización humana también progresa.

Adolfo Miranda Sáenz


Algunos me han pedido copias y otros me han sugerido repetir éste y otros temas bíblicos antes publicados. Con gusto lo hago hoy y posiblemente en un par de artículos más; porque, ¡los lectores deciden!
 
¿Es La Biblia realmente “Palabra de Dios”? ¿Es confiable? Algunos lo niegan porque contiene datos que contradicen la ciencia moderna, porque no hay una versión única, no existe el original, dio origen a religiones diferentes… En fin, los argumentos son varios. 

Trataré de resumir por qué la respuesta es: Sí, Dios inspiró La Biblia. Una colección de textos “inspirados” no “dictados” (¡importante diferencia!), escritos por hombres de distintas culturas y conocimientos con una diferencia de 1.600 años entre el primero y el último escritor bíblico. 

Dios “inspiró” un mensaje, una verdad, una profecía, pero no lo “dictó”, sino que respetó el estilo, los conocimientos, la cultura, la historia y otros factores que incidieron en cómo cada escritor lo puso por escrito. (2 Timoteo 3.16-17). 

Contiene leyendas (no para creerlas al pie de la letra, sino para encontrar en ellas su significado más profundo), poesía, historias, historietas, lecciones, profecías, parábolas, cartas… Redactado todo según el estilo, las costumbres, las experiencias y el conocimiento de escritores diferentes, de épocas diferentes y culturas diferentes. 

No es un libro, es una colección de 73 libros. Su fin es mostrarnos a Dios; no son libros científicos. Hay unidad en el mensaje fundamental, pero hay diversidad al expresarlo. No siempre es fácil ponerse de acuerdo en el significado de algunos textos, pero no hay diferencias en lo fundamental. 

De textos escritos hace tantos siglos es natural que no existen originales, solo copias. Como no los hay de ninguna obra de épocas tan antiguas como el Código de Hammurabi (de Babilonia), el Libro de los Muertos (de Egipto) o la Ilíada (de Grecia). Sin embargo, existe el consenso entre los expertos cristianos y no cristianos, de que no existe un solo texto antiguo más confiable en cuanto a certeza de fidelidad con el original —de acuerdo con los métodos científicos— que los que forman La Biblia. 

La revelación en la Biblia es progresiva, porque Dios no ha querido revelarnos de otra forma más que progresivamente según la civilización humana también progresa.

Antes de existir la imprenta, durante muchos siglos, la Biblia se copiaba a mano. Algunos copiadores cometieron errores u omisiones al transcribir un texto, o quisieron aclarar un asunto con un comentario al margen que otros copiadores tomaron como parte del texto y lo copiaron como tal. A veces hay algunas incongruencias por eso, pero no afectan las verdades fundamentales. 

Hoy vamos encontrando nuevas luces en el estudio de la Biblia a medida que la ciencia avanza y no podemos menos que maravillarnos de que a pesar de las incongruencias, errores de transcripción, diferentes escritores separados por siglos, etc., la Biblia guarda en su diversidad una asombrosa armonía y una perfecta unidad en el mensaje fundamental. 

La revelación en la Biblia es progresiva, porque Dios no ha querido revelarnos las verdades eternas de otra forma más que progresivamente según la civilización humana también progresa. En el Antiguo Testamento, frente a un mundo politeísta Dios se revela al pueblo hebreo como “el único Dios”, y aunque aquel pueblo primitivo “lo percibe” como un Dios a veces enojado, celoso, vengativo e incluso cruel; también ya logra vislumbrar su misericordia. (Deuteronomio 7.6-8; Isaías 45.5-7; Éxodo 34.6).

Pero es hasta que se hace hombre en la persona de Jesús, cuando Dios se revela plenamente, amoroso y misericordioso, definiéndose que “Dios es amor”, en el Nuevo Testamento, y fundando su Iglesia, el Nuevo Pueblo de Dios para todas las naciones. (Hebreos 1.1-3; 1 Juan 4.7–8; Romanos 9-11, 1 Pedro 2.4-9). 

Jesucristo es el personaje central de la Biblia, primero en el Antiguo Testamento (Antigua Alianza) preparando su venida en el devenir de su primer pueblo, los judíos, quienes, al venir, lo rechazaron; y después, en el Nuevo Testamento (Nueva Alianza) relatándonos su vida, enseñanzas y los primeros pasos de su nuevo pueblo: la Iglesia. 

Dios pudo darnos una Biblia enviando rayos que la imprimieran o mandando un ángel con un solo texto en todos los idiomas. Pero decidió que la escribieran hombres de épocas y culturas diferentes que nos dijeran cosas absurdas para nuestra mentalidad moderna, como que Dios creó el universo en siete días, que el sol “se paró”, que los murciélagos son pájaros, las ballenas peces, la tierra plana, los epilépticos. endemoniados, y que hay un infierno con fuego. ¿Por qué Dios lo hizo así? No lo se; pero resultó hermoso. 

“La revelación” de Dios es progresiva como es progresiva la civilización humana. Hoy mismo hasta los dogmas de fe, que nunca dejan de ser las mismas verdades, nos pueden presentar diferentes matices o nuevas maneras de entenderlos sin cambiar en su esencia, mediante el Magisterio de la Iglesia conducida por el Papa que es el Vicario (o Representante). ) de Jesucristo en la Tierra, como sucesor del apóstol Pedro. (Mateo 16.17-19).
 
La Biblia no es para enseñarnos física, química, anatomía, biología, astronomía, sociología, sicología,  la vida extra terrestre o la evolución. Sino para enseñarnos que hay un único Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Que Dios es todopoderoso, creador del universo, de todo lo visible e invisible, que nos ama y nos creó para darnos una “vida eterna” plena de felicidad; pero que al crearnos con “libre albedrío” perdemos esa “vida eterna” por nuestros pecados. (Romanos 6.23). 

Que por su infinito amor Dios mismo se hizo hombre para pagar por nuestros pecados en la Cruz. Que Cristo Jesús resucitó y regresará a juzgar a vivos y muertos y establecerá su Reino transformando todas las cosas y ya no habrá más llanto, ni clamor ni dolor. (Juan 3.16; 11.21-27; 17.1-5; Apocalipsis 21.1-5). Que el Espíritu Santo guía a la Iglesia encabezada por el Papa, y que los cristianos, aunque tengamos diferencias, compartimos elementos de santificación y verdad. 

Que aún para quienes no la conocen existe la ley de Dios escrita en los corazones para hacer el bien por naturaleza, y que para gozar de la “vida eterna” seremos juzgados según la conciencia de cada cual. (Romanos 2.12-16).

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