20180320

¿Solo los creyentes se salvan?

Adolfo Miranda Sáenz


Jesucristo dijo: “El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, se condenará.” (Marcos 16:16). La Constitución Dogmática de la Iglesia Católica, “Lumen Gentium”, en el No. 14, dice: “Cristo, presente para nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, es el único mediador y la única forma de salvación. En términos explícitos, él mismo afirmó la necesidad de la fe y el bautismo y, por lo tanto, afirmó la necesidad de la Iglesia, porque a través del bautismo, a través de esa puerta, los hombres entran a la Iglesia. Por lo tanto, quien sabiendo que la Iglesia Católica fue hecha necesaria por Cristo, se niegue a entrar o permanecer en ella, no podría ser salvado.”

Lo anterior pudiera llevarnos a la conclusión equivocada de que solo los bautizados que permanecen en la Iglesia, pueden salvarse. Pero, claramente lo anterior se refiere a los que “sabiendo” se “niegan”.

Jesús se refiere a creer en Él y no rechazarlo, pero ¡una vez conocido!, porque no se puede rechazar a quien no se conoce. Dios, que es bondad infinita, no niega la salvación a quien deja de hacer algo “porque no sabe o no comprende que debe hacerlo”. Saber no significa solo haber oído o conocer superficialmente, sino conocer bien y entender correctamente. Muchos no conocen de verdad a Cristo, a veces por culpa nuestra y no de ellos, porque no siempre evangelizamos bien. Ser debidamente evangelizado no es haber recibido solo el catecismo de Primera Comunión y conocer superficialmente unas pocas cosas de Jesús y la Iglesia. Muchos bautizados desde niños hoy no creen o se alejan de la Iglesia, porque no les enseñamos bien nuestra doctrina, o les hemos enseñado algunos errores que no son la verdadera doctrina. Hay quienes no creen en Dios porque lo presentamos mal, como terrible, castigador, implacable, vengativo, cruel, etc. (yo tampoco creo en un Dios así); y no como el verdadero Dios, padre de amor y misericordia. Muchos se alejan de la Iglesia porque la presentamos como una institución represiva dedicada solo a imponer leyes y obligaciones, a ser —como critica el Papa Francisco— una “aduana” (yo también me alejaría si así fuera); y no como una comunidad de amor, que para eso la fundó Cristo.

El bautismo en la Iglesia y permanecer en ella es necesario para poder salvarse, sí; pero, para quienes han sido adecuadamente evangelizados y comprenden su necesidad. Los que conscientemente, sabiendo su necesidad, rechazan bautizarse o abandonan la Iglesia, no podrían ser salvados; igual no se pueden salvar quienes con pleno conocimiento rechazan a Dios, a Jesús y a la Iglesia, o se apartan por seguir a los ídolos del mundo. Pero aquellos que no han sido verdaderamente evangelizados, o que han sido evangelizados mal, que no conocen realmente al verdadero Dios, a Jesús y a su Iglesia, sin ser su culpa, y hacen lo bueno según su conciencia, pueden salvarse. Muchas veces en el mal testimonio que a veces damos los cristianos recae la culpa de quienes se alejan. Pero —que quede claro—  que no se salvan tampoco quienes utilizan estas fallas como excusas, pretextos o justificación para alejarse de la Iglesia; eso es diferente a no estar consciente de la necesidad de permanecer en ella. La Iglesia la integramos todos los bautizados católicos y todos somos humanos, con fallas, pecadores. Siempre habrán fallas en la Iglesia, pero usar a propósito estas fallas como pretexto no justifica a nadie. Diferente es "estar en un error" de buena fe, que "querer permanecer en el error" voluntariamente.

La salvación que viene de Cristo efectivamente llega a todos los que se salvan, por la Iglesia. ¡Dichosos los miembros de la Iglesia por tener la plenitud de los medios de salvación! Pero Cristo reconoce en otras personas distintas formas de vincularse con la Iglesia y con el bautismo, por el poder del Espíritu Santo, y no quedar excluidos de la salvación. La “Lumen Gentium” en el No. 16 dice: “Los que sin culpa no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios sinceramente e intentan, con ayuda de la gracia, hacer su voluntad, según les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna.” Además, agrega: “La Divina Providencia no les niega la ayuda necesaria para la salvación a aquellos que, sin culpa de su parte, aún no han llegado a un conocimiento explícito de Dios, pero, con su gracia, se esfuerzan por vivir una vida de bien.” Esas personas están vinculadas a la Iglesia por medio del Espíritu Santo, porque Dios, en su infinita sabiduría, sabe que si hubiesen sido “bien evangelizadas”, hubieran creído y se hubieran bautizado. (Catecismo 846-848 y 1257-1261).

En la Sagrada Biblia leemos: “(Los que sin conocer la ley) hacen por naturaleza lo que la ley manda, ellos mismos son su propia ley, pues muestran por su conducta que llevan la ley escrita en el corazón. Su propia conciencia lo comprueba, y sus propios pensamientos los acusarán o los defenderán el día en que Dios juzgará los secretos de todos por medio de Cristo Jesús, conforme al Evangelio que yo anuncio.” (Romanos 2:14-16). ¡Pero hay que evangelizar siempre! Porque si no evangelizamos, por nuestra culpa muchos se perderán de los preciosos tesoros que nos quiere dar Dios, Jesús, por medio de su Iglesia; por ejemplo: la lluvia de gracias, bendiciones y felicidad que les darían los sacramentos; el poder de la Palabra de Dios; la dicha de tener “donde sostenerse” en los momentos difíciles de su vida, etcétera. Se puede llegar al mismo destino caminando un largo y penoso camino árido, polvoso, caluroso y en soledad, sin nadie que te guíe y ayude, con peligro de perderte; pero es mejor ir acompañado por alguien que te guía, te apoya, te acompaña, te anima y te consuela, y viajando junto a otros que comparten la sed y el agua, el cansancio y el descanso, el camino y la meta.