Adolfo Miranda Sáenz
Todos tenemos metas, propósitos, ideales que quisiéramos
lograr, pero no siempre es posible obtener todo lo que quisiéramos. Así es a
nivel personal, familiar, empresarial, nacional, institucional, etc. Las metas
pueden ser posibles de alcanzar… o no. Si fueran posibles, es encomiable el
esfuerzo por lograrlo; pero si lograrlo no fuera posible, la lucha por
alcanzarlo puede terminar en un desastre. Por eso, antes de emprender cualquier
acción para lograr una meta es necesario hacer los cálculos con sabiduría,
prudencia y responsabilidad, para valorar si esa meta además de deseable es
posible. Si no es posible, sería un error, una temeridad o una
irresponsabilidad emprender (o continuar) esas acciones. Es necesario ser realista y distinguir entre
lo deseable y lo posible.
Si deseamos algo y no tenemos la capacidad económica para
comprarlo ni al contado ni a plazos, no debemos endeudarnos para caer en mora y
perder, además de lo comprado, todo lo pagado. Si un equipo de fútbol débil se
va a enfrentar a otro fuerte, y el entrenador no valora bien la fuerza del
rival lanzando al equipo a enfrentarse “de tú a tú”, en vez de jugar
defensivamente replegándose para impedir una goleada y quizá obtener un empate,
dicho entrenador llevaría a sus jugadores a una derrota gracias a su ineptitud,
imprudencia o irresponsabilidad.
En 1588 el rey Felipe II de España contaba con una fuerza
naval conocida en la historia como “La Armada Invencible”, y estaba convencido
de obtener una gran victoria invadiendo Inglaterra; pero Alonso Pérez de
Guzmán, Duque de Medina Sidonia, a quien puso al frente de la misión, le
explicó que las naves, la tripulación y los soldados no estaban preparados para
emprender tal aventura, y que las condiciones climáticas y la falta de capacidad
de la armada en ese momento indicaban que la expedición sería un fracaso.
Felipe II no quiso oír razones y ordenó la expedición subestimando la fuerza
del enemigo y las condiciones del tiempo, y sobreestimando la fortaleza de su
“Armada Invencible” que resultó vencida. De 30 mil jóvenes enviados a combatir,
15 mil murieron. Felipe II no supo diferenciar lo deseable de lo posible y el
precio en vidas humanas fue demasiado alto.
Las posiciones inflexibles del “todo o nada” y del “inmediatamente”
resultan inmaduras. No podemos en la vida conseguir siempre todo lo que
deseamos, cuándo y cómo lo deseamos. Debemos tener la sabiduría de reconocer la
realidad. Es una ley de la vida aplicable en lo personal, en los negocios… ¡en
todo! No se trata de conformismo, pasividad, comodidad ni temor. Se trata de
actuar con prudencia y responsabilidad. Ni siquiera se trata de renunciar
totalmente o permanentemente a lograr algún objetivo; en Estados Unidos tienen
una palabra para indicar cuándo es el momento propicio para hacer algo y cuándo
no: “timer”. Si hoy no es el “timer” para esto o aquello, esperemos para cuando
lo sea.
Dos destacados economistas del siglo XX, Richard Lipsey
(Canadá) y Kelvin Lancaster (Australia), afirmaban que en economía cada uno tiene
su visión de lo ideal, pero que la
realidad es que el mundo ideal, el óptimo (como dicen los manuales de
economía), en la práctica no existe. Todas son hipótesis, teorías y escenarios
ideales que se emplean para debatir ideas y evaluar soluciones. Los análisis no
siempre tienen exactitud matemática. Lo que para mí es adecuado puede no serlo
para otros y viceversa. Por eso plantearon una teoría (válida no solo en
economía sino en todas las áreas de la vida) llamada del "second
best" o segundo mejor, que viene a cubrir ese bache entre lo ideal y la
realidad. Entre lo que se quiere y lo que en verdad se puede. Entre lo deseable
y lo posible. Si no podemos lograr el “first best”, y nos empeñarnos en lo que
no es posible, podemos perderlo todo o quedar en una situación peor. Por eso,
lo sabio, prudente y responsable, cuando lo óptimo no es posible, es tratar de
lograr el "second best". Pensemos cómo diseñar estrategias que si
bien no puedan llevarnos a lo ideal, sí pueden ayudarnos a encontrar situaciones
intermedias, nada despreciables, que nos acerquen al mejor resultado. Como en
la vida real no siempre todo va a resultar como deseamos, es preferible flexibilizar
nuestras metas para alcanzar un “segundo mejor”, que aunque no sea lo ideal,
sea “lo realmente posible” según nuestra capacidad y las condiciones objetivas del
momento.
Publicado en El Nuevo Diario y Radio 800 (Managua, Nicaragua) y en Radio Managua (San José, Costa Rica).
Autorizada la reproducción citando al autor.
Publicado en El Nuevo Diario y Radio 800 (Managua, Nicaragua) y en Radio Managua (San José, Costa Rica).
Autorizada la reproducción citando al autor.