20181009

Atados a pensar y actuar "como siempre"

Adolfo Miranda Sáenz


Recientemente escuché sobre un señor que sufría mucho por un mal que ningún médico lograba explicar ni curar. Su rostro se ponía muy rojo, los ojos saltones parecían querer salirse de su cara, tenía dificultades para respirar, sentía que se ahogaba y hablaba con dificultad. Pasó muchos años, hasta décadas, sufriendo por eso. Unos médicos dijeron que era un problema de las amígdalas… y le operaron las amígdalas. Otros dijeron que era culpa del apéndice… y le extirparon el apéndice. Otros dijeron que era por deformación de su dentadura… y le quitaron todos los dientes. Otros le recomendaron ir a Suiza donde habían descubierto una nueva medicina que curaba males parecidos… la tomó por un año, pero no mejoró nada.
Recorrió el mundo buscando cura en la medicina China, luego en la medicina de la India, también viajó a las selvas del Amazonas buscando una hierba que pudiera curarlo. No obtuvo nunca ninguna mejoría. Finalmente le dijeron que tenía algo incurable y que le quedaban pocos meses de vida. Entonces decidió dedicar el tiempo que le quedaba antes de morir a disfrutar de la vida, divertirse, comer los platos más deliciosos o exóticos en los mejores restaurantes del mundo, asistir a los teatros más prestigiosos, disfrutar de las presentaciones de los más famosos artistas, vestir los más elegantes trajes a la medida, etc. Así es que fue donde su sastre para que le hiciera toda su ropa nueva.


El sastre procedió a tomarle las medidas, el largo de las piernas y de los brazos, el ancho de la cintura, del pecho… y cuando midió el cuello dijo: “Dieciséis y medio”. Pero el señor replicó: “Quince y medio”. El sastre repitió la medida: “Dieciséis y medio”, confirmó. El señor replicó de nuevo: “No. Quince y medio”. El sastre le insistió: “La medida es dieciséis y medio, lo he verificado y no hay duda”. El señor entonces afirmó: “No es así. Mi medida del cuello siempre ha sido quince y medio, no puede ahora ser diferente. Tiene que ser igual, como siempre ha sido, quince y medio”. El sastre entonces le dijo: “Su medida es dieciséis y medio, pero si quiere yo le hago su ropa con el cuello con quince y medio; pero después no venga usted a reclamar si su rostro se pone muy rojo, los ojos saltones, dificultades para respirar, sintiendo que se ahoga y hablando con dificultad”.

Esta narración me pareció muy sabia e instructiva, porque a veces vamos por la vida resistiéndonos a cambiar nuestra manera de pensar y de actuar, y nos asfixiamos por querer seguir pensando y actuando igual, sin abrirnos a considerar las cosas de manera diferente o cambiar nuestra forma de hacer las cosas. Es frecuente que insistamos en apretarnos el cuello con “quince y medio” porque “así ha sido siempre”. Esto lo podemos ver en diferentes aspectos de nuestra vida, desde las cosas pequeñas y poco importantes como la manera de cocer los frijoles o de preparar una receta, hasta en asuntos más importantes como la forma de usar nuestro tiempo o cómo operar nuestros negocios. Incluso en temas aún más trascendentales como la forma de relacionarnos con nuestros hijos, vivir nuestra religión o sobre lo que opinamos en temas sociales, políticos o religiosos. Ser resistentes al cambio es una actitud temerosa. Tenemos miedo de cambiar, aunque sea evidente su necesidad, porque estamos atados a la tradición. Preferimos vivir con el cuello apretado por una medida errada de quince y medio porque así hemos vivido hasta ahora, en lugar de cambiar al dieciséis y medio que es la medida correcta, porque queremos seguir fieles al tradicional “así ha sido siempre”. Y, peor todavía, criticamos y hasta condenamos a quienes deciden respirar bien cambiando a la medida correcta, porque se salen de lo acostumbrado, de lo que generalmente se ha pensado o hecho hasta ahora, haciendo las cosas de forma diferente a “como se ha hecho siempre”.

Se puede aplicar esto a cualquier tema en el que usted u otras personas se aferran al quince y medio necesitando cambiar al dieciséis y medio. Puede ser en su familia, en su centro de trabajo, en su grupo de amistades, en su iglesia, etc. Lo importante es no vivir asfixiados por aferrarnos a algo simplemente “porque así ha sido siempre” y ver las posibilidades de cambios positivos.

Publicado en El Nuevo Diario y Radio 800 (Nicaragua), y Radio Managua (Costa Rica).
Autorizada la reproducción citando al autor.