Siglos de esclavitud, segregación y discriminación son la raíz de los problemas raciales en EE. UU. La solución no está en el racismo ni en el vandalismo. No hay razas malas ni inferiores, solo personas que no han tenido la oportunidad de otros para vivir en un ambiente social adecuado y recibir una buena educación.
Adolfo Miranda Sáenz
El asesinato de George Floyd por policías blancos, el
más reciente de una serie en pocos años; las manifestaciones pacíficas que
origina, las reacciones vandálicas de algunos y las reacciones racistas de
otros continúan ardiendo en Estados Unidos. El envío a algunos Estados de
agentes federales que se presentan armados y uniformados como soldados, para
evitar vandalismo contra propiedad federal —aunque actúan también ante
manifestantes pacíficos— contra la voluntad de gobernadores y acaldes, echa
gasolina al fuego.
Los negros llegaron como esclavos a Estados Unidos,
sin considerarlos seres humanos. Siglos después los declararon libres pero no
iguales a los blancos. Sin derechos civiles. No mejoraron, empeoraron. Antes, los
amos les daban de comer y defendían como parte de sus propiedades; después deambulaban
trabajando por cualquier miseria, odiados, asesinados, sus mujeres violadas —incluyendo
niñas—. Muchos jefes de policía, alcaldes, jueces, gobernadores y otros influyentes
blancos, integraron el Ku Klux Klan con odio y saña.
Los negros no podían estar en “sitios para blancos”
bajo pena de cárcel. Eran segregados como leprosos o apestosos. En 1964, después
de 345 años de esclavitud y segregación, reconocieron sus derechos civiles con
una igualdad que frecuentemente resulta inexistente, porque sigue existiendo
racismo y discriminación.
No es historia, es realidad actual cruda y dura. La Ley
de Derechos Civiles se aprobó recientemente, cuando ya los astronautas surcaban
el espacio y estaban por llegar a la Luna. Yo era entonces un muchacho nicaragüense
de 14 años. Si hubiera sido un negrito de EE. UU. hubiera recibido maltratos y humillaciones,
seguramente me echarían de “sitios para blancos”, probablemente mis padres apenas
sabrían leer y escribir, mis abuelos hubieran sido analfabetas y mis bisabuelos
esclavos. Las posibilidades de llegar a ser un profesional educado hubieran
sido poquísimas.
Hay admirables excepciones de negros que por
mérito propio han logrado destacarse. Otros tuvieron “padrinos” blancos que los
ayudaron. Algunos tuvieron abuelos o padres mezclados con blancos, resultando
mulatos, con mejores oportunidades que la gran mayoría negra no tiene.
En Estados Unidos el porcentaje de delincuencia
entre los negros es alto. Pero los comportamientos sociales dependen de la
educación, no solo de la escuela sino también de la recibida en la casa y del ambiente
comunitario donde se vive. No hay razas malas o inferiores, sino personas que
no tienen acceso a una buena educación y son obligadas a crecer en un ambiente
social inadecuado. La comunidad blanca ha mantenido a los negros esclavizados, segregados
y discriminados, sin la educación ni las oportunidades que han tenido y siguen teniendo
los blancos, con algunas excepciones. Con el tiempo ha mejorado muy lentamente
su situación, pero aún hoy el presupuesto de las escuelas en distritos negros sigue
siendo mucho menor que el de las escuelas en distritos blancos, y la
discriminación, aunque es menor, existe.
La mayoría de los negros no son delincuentes.
Además, las estadísticas están abultadas; miles de negros están en prisión solo
por ser negros. No tienen juicios justos. Son condenados con pruebas
circunstanciales con las que no se condenaría a un blanco. Los negros pobres no
pueden pagar un abogado y los defienden defensores públicos con escaso
presupuesto y excesivos clientes, sin poder dedicarles suficiente tiempo. Millares
de casos los resuelven convenciendo al acusado para que acepte negociar una
condena menor… ¡aunque sea absolutamente inocente!
El racismo sigue siendo fuerte en Estados Unidos y
frecuentemente algunos policías blancos maltratan físicamente a los negros. Es
justa la reacción indignada cuando hay asesinatos de negros por policías
blancos (aunque fueran delincuentes). Esas muertes enfurecen porque representan
siglos de opresión, maltrato y discriminación. Que haya una minoría actuando
con vandalismo es condenable, pero no desvirtúa las airadas protestas
pacíficas.
La solución no está en asumir actitudes racistas
“echando gasolina al fuego”, sino en contrarrestar el racismo. Para superar sus
limitaciones hay que darle a los negros un trato digno, sobre todo una mejor educación
y una justicia igualitaria, que todavía no reciben. Se lo deben, después de
siglos de maltrato.