Hace falta justicia social, solidaridad y amor al prójimo que venzan la indiferencia, la codicia, la avaricia y el egoísmo.
Debe promoverse el diálogo que permita lograr avances y alivien las situaciones tensas, para evitar el sufrimiento de las personas.
Adolfo Miranda Sáenz
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Cardenal Pietro Parolin |
Dos importantes congresos católicos se realizaron
recientemente en forma virtual. Uno fue la Conferencia de Teólogos Juan XXIII,
con quienes en muchos temas no comparto su posición, aunque sí en algunos. Me
pareció interesante la bella exégesis (interpretación) que se presentó sobre la
multiplicación de los panes. Expresó un expositor que cuando conmovido por el
hambre de la gente Jesús dijo “denles ustedes de comer”, los discípulos de
Jesús empezaron a compartir lo poco que llevaban; el ejemplo movió a los demás
a hacer lo mismo, y al final todos comieron y sobró. “No hubo magia —dijo— pero
sí hubo milagro”. Esa interpretación me parece válida e
interesante. ¡Pudo haber sido así!
Se expusieron algunas realidades que motivan a
reflexionar seriamente. Como que unos 811 millones de personas pasan hambre en
el mundo. Casi 6 millones mueren de hambre cada año, 16
mil personas cada día. ¿Acaso no hay
suficientes recursos en la Tierra? Si dividimos el PIB mundial (calculado en 84
billones de dólares) entre los 7.200 millones de seres humanos del planeta,
llegaríamos al valor anual de 11.667 dólares “per capita”; o sea, casi mil dólares
al mes por cada ser humano. Significa que recursos hay de sobra, pero mal
distribuidos por falta de justicia social.
La justicia en nuestra doctrina social no promueve
repartir o regalar lo ajeno. No se trata de un “igualitarismo” proclamando una
igualdad artificial, ni de despojar a unos para beneficiar a otros, ni de que se
reciban bienes sin trabajar ni merecer (excepto los niños, damnificados o
refugiados). Tampoco se trata de condenar las normales diferencias económicas según
las diferentes capacidades y méritos que las personas tienen por naturaleza, ni
de condenar lo justamente adquirido. ¡Es que no se trata de “comunismo” sino de
justicia social! ¡No confundamos las cosas!
Como se dijo, hay un grandísimo abismo de
desigualdad en el goce de los recursos que Dios destinó para toda la humanidad.
Evidentemente hace falta justicia social, solidaridad y amor al prójimo que venzan
la indiferencia, la codicia, la avaricia y el egoísmo. Hay que pagar precios y remuneraciones
justas y establecer condiciones apropiadas para el trabajo digno; terminar con el
empobrecimiento de los pueblos por prácticas comerciales internacionales injustas;
lograr el acceso de toda persona a los recursos naturales; promover una mejor
distribución de las ganancias brutas equilibrando el lucro razonable con el aporte
al financiamiento de programas sociales; combatir la corrupción, preservar el
medio ambiente y acabar con las guerras.
El otro congreso fue el de Católicos en la Política,
realizado en Madrid y seguido virtualmente. Destacó la conferencia del
Secretario de Estado de la Santa Sede, Cardenal Pietro Parolin, basada en el
mensaje del Papa Francisco sobre la Cultura del Encuentro expuesta en la
“Fratelli Tutti”. Enseñanza básica para guiarnos a los católicos en la forma de
ver y actuar en política. Parolin aludió a lo dicho por Francisco: que fieles
al Evangelio de Jesucristo debemos promover el único camino para solucionar los
conflictos, que es el diálogo, el perdón y la reconciliación, con la mayor
justicia y reparación posibles para todas las partes afectadas. Que no debemos
renunciar jamás al diálogo ni a las soluciones pacíficas.
Se expuso que el mundo vive guerras y graves confrontaciones
políticas donde existen odio, violencia y violaciones de derechos humanos. Que debemos
reconocer que las situaciones violentas no se pueden acabar con más violencia, ni
se debe caer en el desaliento renunciando a toda esperanza. Que100 millones de
personas en 23 países sufren por guerras o por situaciones políticas conflictivas
y tensas. Que el diálogo no siempre acabará con las guerras o con los conflictos
políticos, pero aun así debe promoverse en búsqueda de acuerdos que permitan lograr
avances hacia posibles soluciones y alivien las situaciones tensas que agravan los
conflictos, teniendo como motivación principal evitar el sufrimiento de las
personas.