Quizá suponemos que alcanzar grandes metas en cuanto a dinero, apariencia, prestigio o poder nos hará vivir plenamente felices.
Adolfo Miranda Sáenz
Todos decimos que queremos ser
felices, pero quizá no sabemos lo que es ser feliz. Tal vez creemos que ser feliz es tener mucho
dinero, tener poder, la admiración de la gente, vernos más atractivos o tener
una salud excelente. Quizá suponemos que alcanzar grandes metas en cuanto a dinero, apariencia,
prestigio o poder nos hará vivir plenamente felices. Y la frustración de no
lograrlo nos deprime y angustia.
Hacernos expectativas muy grandes y muy difíciles de alcanzar no nos dará la felicidad. Al contrario, hacernos esas grandes expectativas es la mejor fórmula para ser infelices porque al no lograr esas míticas metas de dinero, fama, poder o belleza nos sentiremos frustrados y deprimidos. La realidad es que aunque lográramos esas míticas metas no nos harían felices.
Los que han logrado tener todo
eso, y hasta mucho más, no son felices por haber alcanzado esos logros;
aquellos que teniendo todo eso son felices, lo son por otras razones y no necesariamente
por esos logros. La realidad de la vida de las personas con mucho dinero, fama,
poder o belleza muestra que entre ellos hay muchos que son muy infelices.
¿Quién no sabe de los suicidios
de grandes actores y actrices con riqueza, belleza y fama? ¿De gente poderosa o
familiares de los mismos con enfermedades depresivas, drogadicción, alcoholismo
descontrolado, recluidos en clínicas y sanatorios? ¿De millonarios que se han
suicidado? ¿De las familias de tantos ricos y famosos que terminan en fracasos,
divorcios, enemistades de padres e hijos o entre hermanos? El dinero, el poder,
la belleza, la fama… ¡No dan la felicidad!
No digo que tener dinero, poder,
belleza o fama sea malo. Al contrario, quien haya sido bendecido con estas
cosas debe agradecer a Dios y utilizarlo para el bien. Lo malo —lo que no da la
felicidad— es poner en estas cosas el fundamento de ella; hacer depender de eso
nuestra felicidad; pretender que por alcanzar grandes metas en estos aspectos
seremos felices. Eso es ir por un camino equivocado.
Tampoco da la felicidad la
ausencia de problemas, sufrimientos y dolor; simplemente porque toda vida
humana lleva consigo los problemas, el sufrimiento y el dolor. Es parte de la
vida. Quien no tiene en esta vida problemas, sufrimientos y dolor, es porque ya
dejó de vivir, porque estas cosas son inseparables de la vida.
Después de haber leído a varios
expertos en el tema: sicólogos, sociólogos, médicos y otros profesionales,
encuentro que todos coinciden en algo fundamental: LA GENTE ES FELIZ CUANDO
LOGRA ESTAR SATISFECHA CON SU PERSONA Y SU VIDA, TAL CUAL ES. Es decir, el que se
acepta a sí mismo y acepta su vida como le ha tocado vivir. Y es infeliz quien
no está satisfecho ni contento con lo que es y con la vida que tiene. En este
mundo hay personas que viven una vida realmente miserable en una situación
inhumana. Estos pueden decir que son infelices y clamar al mundo y a Dios por
eso. Pero hay personas que no están en esa situación pero son pobres, y aún en
medio de su pobreza son felices. Otros son débiles, feos, enfermos, y a pesar
de todo saben ser felices.
¿Estoy diciendo con esto que
debemos ser conformistas y no aspirar a superarnos? ¡De ninguna manera! Debemos
aspirar siempre a ser mejores, superarnos a nosotros mismos, hacer todo lo posible
para obtener más de la vida. Pero esta aspiración no debe anular nuestra
felicidad despreciando nuestra vida actual. Está muy bien aspirar a nuevas
metas, pero metas realistas, alcanzables, que no nos lleven a la frustración. Es
bueno querer superarse, pero por las razones correctas. No por envidia,
ambición, avaricia ni por una competencia insana con otras personas.
Recordemos siempre una gran ley
de la vida: NO ES MÁS FELIZ EL QUE MÁS TIENE, SINO EL QUE NECESITA MENOS.
Hacernos expectativas muy grandes y muy difíciles de alcanzar no nos dará la felicidad. Al contrario, hacernos esas grandes expectativas es la mejor fórmula para ser infelices porque al no lograr esas míticas metas de dinero, fama, poder o belleza nos sentiremos frustrados y deprimidos. La realidad es que aunque lográramos esas míticas metas no nos harían felices.
Publicado en el diario La Prensa y transmitido por Radio Corporación (Managua)