20230506

Cómo se comunica Dios con nosotros

¿Cuántas formas tiene Dios para hablarnos? Él ha creado infinitos métodos para comunicarse entre los seres vivos. No solo palabras o sonidos. Cuando le hablamos nosotros, nos responde de muchas formas.

Adolfo Miranda Sáenz


¡A mí nunca me ha dicho nada Dios! ¡No creo que Dios se comunique con la gente! Así me dijo un amigo a quien respondí haciéndole esta pregunta. ¿Cuántas formas de comunicarse existen? Y puse algunos ejemplos:
 
Una muchacha enamorada de un joven no sabía si era correspondida; pero el joven le dio un ramo de rosas y entonces ella supo que él también estaba enamorado de ella. Un niño deseaba una pelota de fútbol pero su papá ganaba poco; un día su papá le dio la sorpresa llevándole la pelota y el niño comprendió cuánto lo amaba su padre. Un señor olvidó dejar a su fiel perro con un familiar antes de salir de vacaciones con su esposa e hijos; pasó muy preocupado por eso, pero al regresar encontró que un amigo se había encargado de cuidárselo y supo que su amigo era un amigo de verdad.
 
Ninguno pronunció una sola palabra, pero su amor, su cariño y su afecto lo comunicaron de distintas formas. ¿Cuántas formas tiene Dios para hablarnos? ¡Infinitas! Él lo creó todo: el lenguaje de los delfines, el lenguaje de los pájaros, el lenguaje de las abejas, el lenguaje humano… ¡Todos los lenguajes!  Él ha creado infinitos métodos para comunicarse entre los seres vivos. No solo palabras o sonidos.
 
Las abejas comunican la dirección donde están las flores para chupar su néctar haciendo una especie de danza con su vuelo. Varias especies de animales expresan sus intenciones cambiando el color de su piel. Los seres humanos decimos palabras directamente, por teléfono o grabadas. Hay un lenguaje por señas. Existe también el lenguaje corporal. A veces hablamos con solo la mirada. También existen la escritura, los emails, los chats y un largo etcétera. Hablamos mediante acciones como el esposo que abraza sorpresivamente a su esposa expresando así cuánto la ama.
 
La mente humana es capaz de hacer llegar el pensamiento de una persona a otra sin emitir sonidos ni señales evidentes de ningún tipo, por una simple capacidad de percepción. Incluso se habla haciendo silencio porque a veces se dice mucho cuando no decimos nada.
 
Si entre nosotros hay tantas formas de comunicarnos, imaginemos las que tiene Dios que inventó todos los lenguajes para millones de especies de seres vivos en la naturaleza. 
 
Cada día al amanecer Dios nos habla dándonos el jardín del mundo, el esplendor del sol, el canto de las aves. Y por la noche nos habla por medio del brillo de la luna, el fulgor de las estrellas o la luz de las luciérnagas. Nos da la vida, nos da padres, hijos, amigos, alimento, abrigo, consuelo, fortaleza, esperanza. Él nos habla cuando cuida de nosotros y de nuestros seres queridos. Él nos habla con amor infinito en todo cuanto nos rodea. Dice el Salmo 19: “Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento pregona la obra de sus manos. Un día le pasa el mensaje a otro día, una noche le informa a otra noche. Sin que hablen, sin pronunciar sonidos, sin que se oiga su voz, a toda la tierra alcanza su lenguaje, a los confines del mundo su palabra.”
 
Dios nos dio su palabra escrita, la Biblia; una colección de libros inspirados que fueron escritos a lo largo de más de 1.300 años entre el primero y el último libro; la Biblia no tiene comparación en ningún aspecto con ninguna literatura meramente humana por su  única e insuperable unidad armoniosa, continuidad, concordancia, traducciones, circulación, fidelidad al texto original, supervivencia, enseñanzas e influencia.
 
Dios nos habla por la voz de toda persona que hable sobre su amor y sus propósitos, incluyendo a los profetas del pueblo de Israel y a los ministros ordenados, personas consagradas y los laicos de su iglesia. Dios nos habla de diferentes maneras, como Él quiera hacerlo, no como nosotros queramos. ¡Él es Dios omnipotente!  
 
Cuando le hablamos nosotros con palabras o con nuestros pensamientos, nos responde de muchas formas, incluso por medio de otras personas que nos dicen o hacen aquello que a Dios le hayamos pedido. Puede tardar su respuesta y no siempre —por nuestro bien— será la que queríamos, pero responde. Incluso, a veces, con su elocuente silencio.