Teniendo en Nicaragua festividades tradicionales tan lindas como la Purísima, es lamentable que algunos las sustituyan por otras celebraciones ajenas a nuestra cultura y nuestra religión.
Adolfo Miranda Sáenz
Celebraremos días de alegría y de gozo. Festejaremos a la Purísima culminando con la Gritería del siete de diciembre. Pronto iniciaremos esta época que comprende también la Navidad y el Año Nuevo, que es la más bonita del año y refresca nuestras vidas agitadas por los problemas que cada cual tiene.
La fe de los creyentes se renueva; si algunas hojas del árbol de la esperanza empezaban a marchitarse, el árbol rejuvenece y vuelve a florecer; y el espíritu caritativo que caracteriza a los nicaragüenses inunda los corazones.
Teniendo en Nicaragua festividades tradicionales tan lindas como la Purísima, es lamentable que algunas las sustituyan por otras celebraciones ajenas a nuestra cultura y nuestra religión. Por ejemplo “Halloween” o Noche de Brujas, cuyo origen está en el satanismo.
Es verdad que hoy en los países que tienen esa tradición se ha convertido solo en algo folklórico y los niños se divierten disfrazándose y recogiendo dulces. Está bien que la celebren allá, pero aquí los niños pueden divertirse honrando a la Virgen María y recogiendo, igualmente, golosinas.
Es muy triste que en la misma Nicaragua que los vio nacer haya católicos que hoy celebren “Halloween” y no celebren la Purísima. Que sus casas, en vez de ser adornadas con flores, luces y bellos altares a la Virgen, solo sean adornadas con calaveras, brujas, personas sangrando, esqueletos, tumbas, cadáveres, espectros y demás cosas horripilantes. ¿Qué bien le hace eso a la tierna mente de un niño?
Diferente es que honremos a nuestros difuntos, los recordemos y visitemos sus sepulturas con flores que expresan nuestro recuerdo y amor, y los encomendamos a Dios.
Es admirable ver como muchos de nuestros compatriotas que residen fuera llevan en sus corazones a todas partes la festividad de la Purísima. Lo cual no excluye que en el país donde estén asuman las tradiciones y buenas costumbres de quienes los han acogido.
En Estados Unidos celebran el cuarto jueves de noviembre “Thanksgiven Day” o Día de Acción de Gracias, conmemorando la llegada de los primeros colonizadores ingleses a ese país. Está bien que los descendientes de los ingleses celebran la llegada de sus antepasados a aquellas tierras y que cada año den gracias por ello y por otros favores recibidos.
Pero, ¿qué tenemos que ver nosotros —herederos de los indios y de los españoles— con los colonos ingleses? ¡Nada! Por cierto, resulta que no fueron aquellos ingleses los primeros europeos en llegar a los Estados Unidos. Un siglo antes ya habían llegado los españoles a California y a La Florida.
Sin embargo, contrario a “Halloween”, “Thanksgiven” tiene un noble propósito, pues ese día cada estadounidense está invitado a dar Gracias a Dios por las bendiciones recibidas ese año. Hacer eso no sería malo para cualquiera. Dar gracias a Dios siempre es bueno. Pero despojándolo del significado de la llegada de los ingleses a un lugar donde mataron a los nativos para adueñarse de sus tierras, dejando tan solo una muestra de sobrevivientes en “reservas”.
Ya se acerca también la Navidad, con los bellos nacimientos, las posadas, las pastorelas, los novenarios al Niño Dios. Pero también nos la están queriendo sustituir al importar costumbres de otros países. El Niño Dios ha sido opacado, ocultado, sustituido por Santa Claus. En la Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, pero ahora pareciera más la fiesta de Santa Claus que el cumpleaños del Niño Dios. Santa Claus en trineo de nieve... ¿Nieve? ¡No la hubo en Belén ni la hay en Nicaragua!
Tomemos conciencia de nuestras raíces históricas y culturales, indígenas y españolas, y de nuestra fe cristiana. Protejamos —dando el ejemplo— nuestras festividades, tradiciones y costumbres que son tan lindas. Neguémonos a sustituirlas por otras tradiciones importadas de otras regiones del mundo.