Adolfo Miranda Sáenz
Las
tragedias, los desastres, el sufrimiento, la muerte, son parte de la vida. Este
planeta no es un lugar seguro. Está lleno de maldad, de odio. Muchos pueden
hacernos daño. Hay problemas y divisiones hasta en las familias, con mucho
dolor. Hay desempleo, hambre, necesidades básicas insatisfechas. Todos sabemos
que vamos a morir, sin saber cuándo. Mueren niños, jóvenes y viejos por
enfermedad, por accidentes, por desastres naturales o por actos criminales.
Muchos sufren enfermedades, discapacidad, explotación, cárcel, persecución. En
medio de tantas tragedias, ¿dónde está Dios? ¿Acaso no existe? ¿O no le importamos?
Estamos
hablando del Dios que creó el universo con sus incontables estrellas al decidir
que "Hayan luces en la expansión del cielo". Quien nos recuerda,
"Yo soy el Dios de todos los seres vivientes; nada es imposible para mí".
Del Dios que creó todas las cosas. “Y vio que todo era bueno”. Y quiso crear a
un ser muy especial, que fuera “a su imagen y semejanza”, que no actuara solo
instintivamente como los animales, sino con la razón, con libertad para decidir,
con capacidad de amar y otras cualidades especiales, y “creó al hombre a su
imagen y semejanza; varón y mujer lo creó”. Y lo destinó a “dominar el mundo”.
Lo creó para ser feliz en una situación que la Biblia simboliza como “el jardín
del Edén”. Pero el hombre desde un comienzo ha usado mal su libertad, ha hecho
el mal y ha perdido “el jardín del Edén”.
Desde
el primer pecado todo se trastornó. Dios no quiere las tragedias, las tolera porque
respeta la libertad de quienes alteran su plan original haciendo el mal. Tenemos
libertad para elegir, no somos forzados a actuar bien. Él permite que lo
rechacemos y cometamos actos de maldad. Podría forzarnos a ser buenos, a ser
personas de amor. Pero entonces, ¿qué tipo de relación tendríamos con Él? No
sería una relación en absoluto, sino obediencia totalmente forzada y
controlada. Seríamos animalitos sin voluntad propia.
Pero
por hacer el mal se producen obligatoriamente consecuencias porque la justicia
divina es perfecta. Aunque hubo un primer pecado, todos somos pecadores
distanciándonos de Dios y de la vida feliz desde el comienzo de la humanidad.
"Todos somos como ovejas, nos hemos desviado, cada uno ha tomado su propio
camino" ¿Y cuáles son las consecuencias de los pecados de la humanidad?
Las tragedias, el sufrimiento, la muerte. Por nuestros pecados y por los que
otros cometen, tanto en el pasado como en el presente. Sufrimos hasta por
fenómenos naturales, pues, debido a que entró el pecado en el mundo, “La
creación entera perdió su finalidad y gime con dolores de parto”.
¿Qué
ser humano tendría los méritos suficientes para poder pagar el costo infinito de
las desobediencias y ofensas a Dios y remediar las consecuencias? ¡Ninguno! Pero
si la justicia de Dios es perfecta, su amor por nosotros es inmenso, infinito,
y como Él lo conoce todo, el pasado, el presente y el futuro, desde antes de
crearnos ya tenía diseñado su plan de salvación para salvarnos de la
condenación eterna, de la muerte eterna. Sabía que pecaríamos y sufriríamos en
esta vida, pero no nos dejaría perdidos para siempre.
Por
eso Dios se hace hombre en Jesucristo, Dios verdadero y hombre verdadero, para
pagar en la Cruz por los pecados de la humanidad contra Dios. “Así como por el pecado
de un hombre todos los hombres somos pecadores, de la misma manera por la
justicia de uno muchos serán justificados.” “De tal manera amó Dios al mundo,
que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, sino
que tenga vida eterna.” Dios ha provisto una forma para que podamos ser
perdonados mediante el sacrificio de Jesucristo, creyendo en Él y demostrándolo
mediante el amor a Dios y al prójimo. Dios “hará nuevas todas las cosas” en su
Reino, donde “enjugará toda lágrima de los ojos y ya no habrá más muerte, ni
llanto, ni clamor, ni dolor”.
Mientras
tanto, ¿dónde encontramos la fuerza para soportar las inevitables tragedias,
los desastres y el dolor en este mundo? Su Palabra nos dice que "el Señor
es bueno, es nuestro refugio en tiempo de dificultades.” "El Señor está cercano a aquellos que le
llaman… escucha sus clamores y los salva". Jesucristo dice: “Vengan a mí
todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré”. Además, Dios es
“El Todopoderoso” y sin violentar la libertad humana actúa misteriosamente
escuchando nuestras oraciones.
Jesús
dice: “Pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán, llamen a la puerta y se
les abrirá”. ¿Cómo sucederá? En la forma y el tiempo en que su sabiduría sabe
que así es como nos conviene, pues Él nos recuerda: “Yo soy Dios y no hay otro,
conozco el fin desde el principio, y el futuro desde mucho antes que suceda.”
Los entrecomillados son citas bíblicas, sin referencias por
razones de espacio.
Publicado en El Nuevo Diario y
Radio 800 (Managua, Nicaragua) y Radio Managua (San José, C. R.)
Autorizada la reproducción citando
al autor.