20200406

Coronavirus: ¿Castigo de Dios?

Aunque todo lo necesario para nuestra salvación ya fue revelado por Jesús, también es una verdad que “la Iglesia, con la asistencia del Espíritu Santo, va creciendo en la comprensión de las cosas, y en el transcurrir de los siglos tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina” (Dei Verbum No. 8).

Adolfo Miranda Sáenz


¿El coronavirus es un castigo de Dios? ¡No! Según la doctrina de la Iglesia Católica y de otras confesiones cristianas, Dios no nos manda castigos. Entonces, ¿que hay de Sodoma y Gomorra, y de otros episodios de la Biblia, que hablan de castigos de Dios? Sobre este tema la Iglesia Católica y otras confesiones nos llaman a leer y comprender la Biblia con una sana interpretación, no “al pie de la letra”.

La Biblia fue “inspirada” y no “dictada”. Dios no prescindió de los estilos, cultura y circunstancias propias del escritor. Hay diferentes estilos literarios (como el estilo hiperbólico o exagerado para enfatizar una enseñanza, como cuando Jesús nos habla de cortarnos la mano o sacarnos un ojo). Las parábolas, poesías, alegorías, metáforas, etc., no pueden interpretarse todas de la misma forma. El contexto histórico y cultural de cuándo se escribió un texto (algunos más de mil años antes de Cristo) deben tenerse presentes.

Esto quedó claro para los católicos en el Concilio Vaticano II, como consta en la Constitución Dogmática “Dei Verbum” (Palabra de Dios).  Se nos aclaró que el Antiguo Testamento “contiene algunas cosas equivocadas” (Dei Verbum No. 8) porque la Revelación que Dios hace de sí mismo se completa hasta que Dios se hace hombre en la persona de Jesucristo y nos envía al Espíritu Santo después de su Resurrección (Dei Verbum No. 4). No todo sobre Dios fue conocido y comprendido por el Pueblo de Dios del Antiguo Testamento que habla de un Dios que se encoleriza, vengativo, castigador. La Biblia en Juan 1.17 y 18 dice: “La ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el hijo unigénito, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.”

Aunque todo lo necesario para nuestra salvación ya fue revelado por Jesús, también es una verdad que “la Iglesia, con la asistencia del Espíritu Santo, va creciendo en la comprensión de las cosas, y en el transcurrir de los siglos tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina” (Dei Verbum No. 8).

Si no aceptamos esto, tendremos una visión fundamentalista de la Biblia (propia de muchas confesiones protestantes, no todas) reduciendo a Dios a la condición de un juez, fiscal y verdugo, contrario al Dios pleno de amor que nos mostró Jesús, dispuesto a perdonarnos infinitamente. Dios es Amor al máximo, al punto de despojarse de su condición divina para sufrir y morir en la Cruz por nosotros (1Juan 4.8; Juan 3.16; Filipenses 2. 6-8).

La interpretación literal o fundamentalista de la Biblia llevó a los protestantes del Sur de EEUU a justificar la esclavitud, que en el Antiguo Testamento fue aceptada y reglamentada (Levítico 25.44-46) y en el Nuevo Testamento no fue expresamente condenada, sino pasada por alto como algo natural, pues era la costumbre de aquellos tiempos (1Timoteo 6.1-2; Filemón 8-16). Aunque los esclavos fueran tratados como “hermanos queridos”, debían “obedecer a sus amos”. Obviamente, la Iglesia hoy condena la esclavitud mediante una interpretación histórica correcta de la Biblia.

Si el coronavirus no es “mandado por Dios”, ¿por qué existe? El sufrimiento y la muerte son un misterio del cual no tenemos una respuesta total. Sabemos que todo está trastornado por el pecado; que Dios quiso crear un mundo "en estado de construcción" hacia su perfección última; que los sufrimientos del tiempo presente no son equiparables con la gloria futura; y que Jesús y María, su madre, entienden nuestro dolor porque también sufrieron… y mucho.

Dios no nos manda castigos, pero Dios, en su infinito poder, “puede permitir o impedir” que algunas cosas malas, dañinas —sean propias de la naturaleza o producidas por el ser humano— sucedan. A veces “las permite” para corregir nuestro camino. Hemos dañado mucho la creación, nos hemos vuelto soberbios y orgullosos, adoramos al dios dinero, avanzamos en un mundo libertino y desenfrenado donde "vale todo", caímos en la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno, a la enfermedad y la miseria de los pobres, de los refugiados, de los marginados. Ha crecido el racismo, la xenofobia y la discriminación por diferentes razones. Nos hicimos un mundo "al revés" donde el que más vale no es el que es más, sino el que tiene más. Quizá Dios "ha permitido" el coronavirus que nos enseña a no ser engreídos, egoístas, indiferentes y faltos de misericordia, sino humildes, solidarios y generosos; a valorar la convivencia familiar y aprender que todos —poderosos, ricos y pobres— somos iguales, vulnerables y dependientes unos de otros. Simples hombres y mujeres mortales necesitados de la misericordia divina, a la que le hemos dado la espalda.