Los enemigos de los demócratas no son la derecha o la izquierda, sino los extremistas de ambos lados, así como los tiranos y los corruptos.
Adolfo Miranda Sáenz
Los liberales, en cambio, sostenemos la política económica
del liberalismo moderno (social liberalismo o liberalismo progresista) que
surge a principios del siglo XX, considerando que para garantizar el principio
liberal fundamental de la igualdad de oportunidades, el Estado debe intervenir
(no más de lo necesario) para facilitar la justicia social y procurar el acceso
a los derechos básicos de las personas, como la educación y la atención de salud,
destinando una parte de los recursos generados en la sociedad para cubrir esas necesidades
y para la asistencia social de los más pobres y necesitados. Todo dentro del modelo
económico capitalista, de propiedad privada y libre mercado.
También respeto a quienes por convicción o por tradición
sostienen, en cuanto a la convivencia social, posiciones conservadoras, con
actitudes diferentes a las que practicamos quienes somos socialmente liberales:
el respeto a la libertad personal en los asuntos privados para quienes creen, piensan
y actúan diferente, practicando la tolerancia y privilegiando la persuasión y
el convencimiento en vez de la prohibición o la fuerza.
Aunque los liberales tenemos diferencias
importantes en política económica y en política de convivencia social con los
conservadores, ambos compartimos principios democráticos; compartimos la
filosofía del liberalismo político que promueve gobiernos surgidos de la voluntad popular, igualdad
ante la ley, absoluto respeto a la libertad y a los derechos humanos, libre
asociación política, elecciones periódicas libres y justas, alternabilidad en
el poder y separación, independencia y equilibrio entre los Poderes del Estado.
Liberales y conservadores, aunque seamos
adversarios políticos, nos debemos mutuo respeto. Incluso podemos ser aliados
para enfrentar dictaduras y amenazas de la
izquierda radical, de la derecha radical, del populismo y de políticos corruptos.
Al fin y al cabo en los numerosos temas
que en la política se tratan, existen puntos de encuentro no lejanos de la
derecha conservadora y de la izquierda liberal. Lo mismo podemos decir de otros
partidos democráticos como los social demócratas o los social cristianos. Los
enemigos de los demócratas no son la derecha o la izquierda, sino los
extremistas de ambos lados, así como los tiranos y los corruptos.
Pero hay temas donde no cabe el respeto. Cuando
desde posiciones extremas califican a la moderada izquierda liberal como “comunista”
por defender la intervención del Estado para resolver lo que el libre mercado
no tiene capacidad de resolver en temas de educación, salud o garantías para los
derechos humanos. Esas acusaciones deben repudiarse por falsas y mal
intencionadas de quienes a sabiendas tergiversan las cosas, y de quienes les
creen a ciegas por ingenuidad o falta de conocimiento.
Cabe mencionar que San Juan Pablo II afirma que en
una sociedad capitalista, cuando el Estado no interviene para atender las
necesidades básicas de los más débiles, estamos ante un “capitalismo
salvaje” contrario a la Doctrina Social de la Iglesia. (cf. Encíclica Centesimus Annus 42 y 43).
Tampoco merecen respeto las actitudes racistas, clasistas,
excluyentes, discriminatorias y prejuiciosas contra las personas debido a su
raza, nacionalidad, sexo, forma de pensar, religión, opción política, inclinación
sexual, posición social o capacidad económica. El racismo, la discriminación y
los prejuicios, particularmente contra los negros e indígenas, las mujeres, los
homosexuales, los migrantes y los de diferente nivel social, son actitudes
repugnantes y condenables.(cf. Encíclica Centesimus Annus 42 y 43).
No son actitudes conservadoras típicas. Los
conservadores no piensan así necesariamente. Son actitudes fascistas, originadas
en mentes perturbadas y corazones endurecidos, que lamentablemente logran
convencer a muchos que los siguen ciegamente, a veces fanáticamente, sin un
prudente razonamiento. Pero nunca es tarde para analizar, reflexionar y
rectificar.