En la Doctrina Social de la Iglesia se enseñan, entre otros, los principios del “Destino universal de los bienes” y “La función social de la propiedad”. El recordado Juan Pablo II desarrolló ampliamente estos dos principios.
Adolfo Miranda Sáenz
En la Doctrina Social de la Iglesia se enseñan,
entre otros, los principios del “Destino universal de los bienes” y “La función social de la propiedad”. Cuando el
Papa Francisco habla sobre esto, algunos piensan que son conceptos exclusivamente
suyos; pero es la doctrina católica tal como está en la Biblia y la Tradición
Apostólica, contextualizada en doce encíclicas sociales de siete de los últimos
once papas desde el siglo XIX, y en la Constitución “Gaudium et Spes” del
Concilio Vaticano II.
El recordado Juan Pablo II desarrolló ampliamente
estos dos principios, y los resumió así: “Dios ha dado la tierra a todo el
género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a
nadie ni privilegiar a ninguno”. “El derecho a la propiedad privada se
justifica solo si ésta cumple una función social”. (Cf. San Juan Pablo II: Laboren
exercens, Sollicitudo rei sociales y Centesimus annus).
Nuestra doctrina trata sobre las riquezas, de las
que Jesús dijo: “Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja,
que para un rico entrar en el reino de Dios” (Marcos 10.25). “Nadie puede
servir a dos señores, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y
despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6.24). Santiago
Apóstol expresa: ¡Oigan esto, ustedes los ricos! ¡Lloren y griten por las
desgracias que van a sufrir! … El pago que no les dieron a los que trabajaron
en su cosecha, está clamando contra ustedes; y el Señor todopoderoso ha oído el
reclamo de esos trabajadores” (Santiago 5.1, 4).
¿Son malas las riquezas? ¡Depende! Jesús dice que
es difícil la salvación para los ricos porque sus riquezas pueden llegar a
ocupar el lugar de Dios; así se entiende no poder servir a dos señores. Pero es
posible que un rico no le sirva a las riquezas y las use como Dios quiere. Santiago
habla de riquezas podridas, refiriéndose a las producidas y usadas indebidamente. Las riquezas pueden ser una
bendición; depende de cómo se originen y cómo se usen.
Juan Pablo II nos recuerda que Dios quiere que
todos disfruten de los bienes sin exclusiones ni privilegios, pero no se cumple
la voluntad de Dios porque el 1% de la población posee el 50% de todas las
riquezas del mundo, mientras mil millones de personas viven en la miseria. Todo
lo que una persona posee pertenece a Dios, que nos permite tenerlo para disfrutarlo,
pero también para colaborar en que todos tengan acceso a los bienes necesarios.
Por eso, nadie debe decir: yo hago con “mi dinero” lo que quiero.
Podemos disfrutar de los bienes que Dios nos
permite tener, pero sin caer en pecados graves como vanidad, ostentación y
derroche; y cumpliendo la condición de preocuparnos por los hambrientos, por los que no tienen
acceso al agua, los migrantes, los que carecen de cosas básicas, los enfermos,
los prisioneros... (Cf. Mateo 25.31-46). Pero no basta con dar limosnas —aunque
es bueno— porque la pobreza es resultado de estructuras de pecado que Dios no quiere.
No se trata de quitarle a unos para
repartirlo a otros… ¡No! Se trata de practicar la justicia social, pagar salarios
justos, practicar el comercio justo entre individuos y naciones. Es priorizar
las reinversiones para crear más empleos en lugar de derrochar en lujos
excesivos. Es crear riquezas para el disfrute legítimo de los propietarios, pero
también para beneficio de los trabajadores y progreso de la sociedad. Con amor
y generosidad por los pobres y necesitados.
El Papa Francisco, en Fratelli tutti, nos dice: “La
actividad de los empresarios es una noble vocación orientada a producir
riquezas y a mejorar el mundo para todos. Dios espera que desarrollemos las
capacidades que nos dio para hacer crecer los bienes y aumentar la riqueza. Estas
capacidades de los empresarios tendrían que orientarse al desarrollo de las
demás personas y a la superación de la pobreza, mediante la creación de fuentes
de trabajo”.