20220420

¡Resucitó!

Por qué la importancia de la resurrección de Jesucristo y cómo sabemos que fue cierto, además de nuestra fe.

Adolfo Miranda Sáenz


El suceso más importante y trascendental de la historia no fue el nacimiento de Jesús ni su muerte en la Cruz. Por supuesto que fue trascendental que el Dios Eterno y Todopoderoso, creador del inmenso Universo y todo cuanto existe, quisiera nacer humildemente como un ser humano en nuestro diminuto planeta, es un suceso realmente maravilloso. También fue importantísimo que Jesús diera su vida muriendo en la Cruz para que los pecados de toda la humanidad existente antes y después de su sacrificio, pudieran ser perdonados. Pero el suceso más importante y trascendental de la historia fue la Resurrección de Jesucristo como hombre verdadero y Dios verdadero para el resto de la eternidad.
 
Si la naturaleza humana de Jesús (aparte de su naturaleza divina) no hubiera resucitado, su misión hubiera sido un fracaso y todos estaríamos condenados a la muerte eterna por causa de los pecados. Jesús venció al pecado y la muerte con su muerte y resurrección. Él dijo: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque muera, vivirá.” (Juan 11,25). Por eso San Pablo escribió: "Si Cristo no hubiera resucitado nuestra predicación sería inútil y la fe de ustedes no tendría sentido” (1Corintios 5,14).
 
Las autoridades judías —el rey Herodes, miembros del Sanedrín, Los Sumos Sacerdotes Caifás y su suegro Anás— estaban temerosos de la resurrección de Jesús pues eso demostraría que su predicación era verdadera, que sus numerosos milagros fueron reales y no trucos, que su afirmación de que era Dios —el Hijo de Dios Padre— quedaría comprobada, y que sin duda era el Mesías que vino a sellar una Nueva Alianza con el nuevo Pueblo de Dios, dejándolos a ellos despojados de su autoridad y poder. Su ambición y orgullo los cegaban y les impidió creer en Cristo, pero pensaban que los discípulos podían robar el cuerpo para fingir una resurrección y se aseguraron de pedirle al representante del Imperio Romano, el procurador Poncio Pilatos, que pusiera soldados a vigilar el Santo Sepulcro.

Pero Jesús resucitó. Había muerto, sin duda. Su cuerpo estaba muerto y bien muerto, después de semejante suplicio: azotes, corona de espinas, cruz a cuesta, clavado de pies y manos, angustiosa agonía y finalmente traspasado por una lanza. Había muerto y fue sepultado. Al tercer día Jesucristo resucitó (murió el viernes, permaneció su cuerpo en la tumba el sábado y resucitó el domingo).
 
¿Robarían el cuerpo sus discípulos para fingir una resurrección? ¿Inventarían una resurrección falsa? En el momento de la muerte de Jesús los discípulos se dispersaron; muchos consideraron que su Maestro había fracasado o era un falso Mesías  y dieron el asunto por cerrado. Se fueron a sus casas y a sus pueblos, tristes, decepcionados y con sensación de derrota. Los principales entre los discípulos, los apóstoles, también se encerraron con miedo a que las autoridades judías o romanas los apresaran o mataran. Pero pronto vemos a estas personas proclamar unánimes, entusiasmados y con gran valor, que Jesús está vivo; dispuestos a sufrir el despojo de todas sus pertenencias, cárcel, torturas y muerte, para ellos y sus familias enteras. ¿Qué pudo haber producido un cambio tan radical? ¿Por qué los primeros cristianos iban a someterse a torturas y muerte por afirmar la resurrección de Cristo si no estuvieran absolutamente seguros de esto? No tendría sentido dar la vida por una mentira ni defender un mito que les costaría su vida y la de sus hijos sin ganar nada por eso. ¡Lo habían visto y tocado, habían hablado y departido con él después de su resurrección!
 
El hecho histórico mejor testimoniado de la historia humana es la Resurrección de Jesús, pues muchos cristianos que lo vieron resucitado lo testimoniaron con sus vidas, y su testimonio y martirio fue tan impresionante que mereció ser creído por millares, al punto de también morir por ello. ¡Jesucristo Resucitó! ¡Aleluya! 

Publicado en el Diario La Prensa y transmitido por Radio Corporación