¡Discusiones... gritos... regaños... castigos...! ¿Qué hacer?
Adolfo Miranda Sáenz
Es el que te contesta, el que te reta, el que te “calienta”, el que hace que leas todos los libros de ayuda, por el que tomas sesiones de terapia, por el que escuchas podcasts, videos, audios.
Ese es
el hijo que cuesta más.
Y nos
cuesta más porque es el que se parece más a nosotros, es el que proyecta
aquello que aún no hemos visto en nosotros mismos, es el que nos recuerda lo
que somos, es el que nos refleja que aún no somos la mejor versión de nosotros
mismos.
Este hijo necesita más amor y más atención de la que te imaginas, es el que necesita más control, aunque te ruegue con su actitud que necesita estar solo, es el que necesita padres presentes porque aún no puede autocontrolarse.
Así es
que, aunque a veces sientas que no puedes con él, abrázalo fuerte, verás que no
se moverá.
Aunque
sientas que quieres explotar ante algo que te diga, sonríe y dile, “yo te amo
tal como eres”, y notarás que su semblante se relaja.
Aunque
quieras gritarle que por ahí no, que ese no es el camino, mejor toma su mano y
guíalo hacia donde tu creas más conveniente.
Aunque
quieras perder la paciencia, no lo hagas porque cada acto de rebeldía es un
grito desesperado de tu hijo para que lo ames. Muéstrale que lo amas. Que él
así lo sienta y que lo vea. Enséñale que no necesita pedir tu amor de esa
forma, que basta con que te diga qué es lo que necesita porque tú siempre estás
dispuesto a escucharlo o escucharla.
Lo que
ese hijo más necesita de ti es que estés cerca de él o de ella y que lo sepa.
Por eso, dile siempre: “Aquí estoy”.
“Aquí sigo”. “Te escucho”. “Dime que necesitas”. “Aquí estoy siempre”.
Y aunque
no sepas cómo ... da por hecho que todo saldrá bien, porque lo único que tú
hijo necesita es tu amor, tu presencia, tu tiempo y tu mirada.
Ese hijo
que cuesta más, es el menos fuerte y el que te necesita más, es el que no sabe
por dónde ir, cuál es su lugar, es el que te escogió porque sabía desde antes
de nacer, que tú podrías guiar sus pasos siempre. Guíalo con tu amor.
Adolfo
Miranda Sáenz