Lejos de ser una déspota era una persona buena y una gran gobernante en todos los sentidos de la palabra. Prohibió la esclavitud, decretó la igualdad de los indios con los conquistadores y promovió el mestizaje.
Adolfo Miranda Sáenz
Retomando el tema sobre
importantes personajes de la historia —que venimos intercalando con otros—
hablaremos de Isabel la Católica. La gesta de Cristóbal Colón fue posible
gracias a que la Reina Isabel I de Castilla estaba dispuesta a vender sus joyas
si fuera necesario para financiar aquella expedición. Al final no fue necesario
porque Castilla tenía suficiente dinero; tenía una industria textil importante
con la lana castellana y una agricultura próspera, además de una población
considerable. Isabel pudo financiar a Colón a pesar de la reticencia inicial de
su esposo, el Rey Fernando de Aragón, y de gran parte de la Corte. Esta reina financió
a Colón tras derrotar a los moros y haber librado costosas guerras.
Isabel fue reina de Castilla
desde 1474 hasta 1504, reina consorte de Aragón, Valencia, Mallorca, Nápoles,
Sicilia y Cerdeña, y condesa consorte de Barcelona, por su matrimonio con
Fernando II de Aragón y V de Castilla, mediante lo cual, sumado a la derrota de
los moros en Andalucía, logró integrar lo que sería la base territorial del
Reino de España. Se conoce también como Isabel la Católica, título que le fue
otorgado a ella y a su esposo por el papa Alejandro VI.
Como todos los gobernantes de su
tiempo era una monarca absolutista que gobernaba Castilla con plena autoridad y
pocas limitaciones de poder. Pero lejos de ser una déspota era una persona buena y una gran
gobernante en todos los sentidos de la palabra. Impulsó políticas que
favorecían al castellano promedio frente a los nobles, ganando prestigio para la Corona corrigiendo
los desastres de su hermano y predecesor Enrique IV, y manteniendo a la gente
feliz con su gobierno. Era de buen corazón y los castellanos la querían, hasta
el punto de que su féretro fue llevado del Norte al Sur de Castilla con una
misa en cada ciudad por donde pasaba.
Ganó el respeto de los poderosos nobles
castellanos y trajo estabilidad a una Castilla paralizada por las contiendas.
Su predecesor Enrique IV fue un tirano manipulado por algunos nobles; ser
diferente le sirvió a Isabel para convertirse en reina. Era muy inteligente y
supo ganar y mantener el poder; se convirtió en reina más por su propio mérito que
por heredar la corona castellana. Era austera y no le gustaba presumir. Ofreció
vender sus joyas para pagar la expedición de Colón con tal de conseguir para
Castilla una ruta mejor a India y China. Vivió en campamentos con los soldados
durante
las guerras (siendo mujer,
cuando ni siquiera un rey estaría allí). Detuvo las revueltas yendo a caballo
donde se producían, para dialogar y lograr acuerdos.
Cuando las fuerzas castellanas
capturaron a Ahmed y Yusuf, hijos de Boabdil, Sultán de Granada, ordenó que
fueran tratados como príncipes castellanos y se ocupó de ellos hasta devolvérselos
a Boabdil cuando finalmente éste se rindió y entregó Granada. Eran hijos de su
enemigo el sultán del reino que logró conquistar. Tras haberlo vencido convirtió
a Boabdil y a su familia en nobles castellanos. Siempre mostró su grandeza y
nobleza al no matar ni humillar a sus enemigos derrotados. Pese a las crueldades
de algunos conquistadores Isabel decretó que los indios americanos que
opusieron resistencia y fueron derrotados se consideraran súbditos castellanos
(posteriormente españoles) iguales a los conquistadores. Incluso, los indios considerados
nobles por sus pueblos, mantuvieron su posición nobiliaria bajo Castilla, como
son los nobles aztecas que viven hoy en España y México. Gracias a Isabel los
territorios conquistados nunca se consideraron “colonias”, sino parte de España,
y sus habitantes, españoles.
La grandeza de Isabel prohibió la esclavitud,
decretó la igualdad de los indios con los conquistadores y promovió el
mestizaje que —dice poéticamente Rubén Darío— hoy nos caracteriza como “hijos
de América, nietos de España”. Su esposo, el rey Fernando, expresó en su
testamento que Isabel era la mejor mujer y la mejor gobernante que había
conocido.
Publicado en La Prensa y transmitido por Radio Corporación (Managua)