No hay felicidad sin paz. No debemos recurrir nunca a la violencia. Los cristianos no podemos renunciar —¡jamás!— a la posibilidad del diálogo. Debemos promover siempre la convivencia pacífica.
Adolfo Miranda Sáenz
No hay felicidad sin paz. Como
consecuencia de actuar contra el orden divino el mundo conoce la violencia. La
paz y la violencia no pueden habitar juntas; donde hay violencia no está Dios
(cf. 1 Crónicas 22,8-9). La paz —Shalom— es más que la ausencia de guerra: significa
una vida plena y feliz (cf. Malaquías 2,5); es el efecto de la bendición de Dios
sobre su pueblo: “Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz” (Números
6,26). Jesús “es nuestra paz” (Efesios 2,14). Pero el ser humano ha preferido la
violencia y la guerra.
Algunos actúan por avaricia
apoderándose de bienes ajenos, o para sentirse seguros ante posibles amenazas, o
por el afán de gloria y de poder, o bien por odio y venganza. Para referirnos a
todas las guerras de la historia necesitaríamos repetir volúmenes de libros que
ya existen. Mencionemos solo algunos ejemplos.
Todos los imperios se han construido
con sangre, invadiendo territorios y sometiendo a pueblos. Así fue en la
antigüedad el Imperio Egipcio; el Babilónico; el Persa; el de Alejandro Magno;
el Imperio Romano que duró mil cien años, primero desde Roma y después desde Bizancio;
el Mongol, que llegó a tener 24 millones de kilómetros cuadrados y 160 millones
de habitantes; el Azteca; el Inca; el Otomano o Turco; el Sacro Imperio Romano
Germánico dominando Europa Central y del Sur; el Imperio Zarista Ruso; el
Napoleónico.
Existen los imperios colonialistas
que invadieron y conquistaron América, África y gran parte de Asia, como fueron
España, Portugal, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Italia y el Imperio
Británico que llegó a ser el más extenso de la historia, con explotación colonialista en los cinco continentes.
Durante la Primera Guerra Mundial
hubo gran destrucción y mortandad combatiendo Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Rusia,
Italia, Serbia, Grecia, Portugal y Rumanía contra Alemania, Austria-Hungría y Turquía.
En la Segunda Guerra Mundial, mucho más cruel, se enfrentaron el Reino Unido,
Francia, la Unión Soviética, Estados Unidos y China contra Alemania, Italia y
Japón. Surgió en el mundo la amenaza nuclear al lanzar Estados Unidos dos
bombas atómicas arrasando las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki.
Estados Unidos siempre ha estado
en guerra. Contra España conquisto Florida. Invadió México apoderándose del 55%
de su territorio incluyendo California, Nevada, Utah, Nuevo México y gran parte
de Arizona, Colorado, Oklahoma, Kansas y Wyoming. Invadió varios países de
América Latina como Nicaragua o República Dominicana. Invadió Corea, Vietnam,
Irak, Afganistán; bombardeó Libia. Entre otras acciones.
Rusia consolidó el Imperio
Soviético uniendo bajo su dominio a Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia,
Moldavia, Ucrania, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán,
Tayikistán, Turkmenistán, Polonia, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y
Alemania Oriental. Su disolución se dio gracias a la Perestroika que impulsó
Mijaíl Gorbachov sustituyendo el comunismo por una social democracia. La Guerra
Fría terminó con los acuerdos entre Gorbachov y Reagan. Pero con George Bush
hijo, los Estados Unidos rompieron los acuerdos, volvió la carrera armamentista,
la expansión de la OTAN y la amenaza nuclear. Hoy Rusia invade Ucrania y la
historia de guerras continúa.
Unos a otros se acusan mutuamente
—cínicamente— de crímenes que ellos mismos cometieron y siguen cometiendo. No
hay “buenos” ni “malos”. Depende de cuál propaganda escuchemos.
Nicaragua ha sufrido invasiones extranjeras,
guerras civiles, enfrentamientos entre liberales y conservadores, la guerra
sandinista, la contrarrevolución, y tuvimos también momentos de peligrosas confrontaciones que nos
pusieron al borde de otra guerra. ¡No debemos recurrir nunca a la violencia! Los
cristianos no podemos renunciar —¡jamás!— a la posibilidad del diálogo con voluntad
de superar las diferencias, con respeto, cediendo en concesiones mutuas, perdón
y reconciliación. Debemos promover siempre la convivencia pacífica. Jesús dice:
”Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará sus hijos” (Mateo
5,9). Los cristianos debemos incansablemente trabajar por la paz sabiendo que “para
Dios todo es posible” (Mateo 19,26).
Publicado en el Diario La Prensa y transmitido por Radio Corporación (Managua)