20240305

“Dejemos que se asienten las aguas”

MENSAJES CORTOS Y ÚTILES

¿Te sientes impaciente, preocupado... tal vez desesperado?

“Dejemos que se asienten las aguas”

Publicado por: Adolfo Miranda Sáenz



El elefante y la elefanta se divertían juntos y no podían dejar de verso, hasta que se dio cuenta de que estaban perdidamente enamorados. Así que el elefante, sin dudarlo, le pidió matrimonio a la elefante. ¡Una inmensa alegría hubo en las dos manadas de elefantes! ¡Hacía mucho que no se celebraba una boda! Así que organizaron el casamiento con muchísima ilusión. Todo marchaba muy bien. El elefante y la elefante estaban felices.

Pero llegó el día de recoger los anillos de la joyería el día anterior al casamiento. Eran unos anillos preciosos, increíbles. Con el nombre de ambos elefantes grabados en el interior. El elefante se los colocó en la trompa para llevárselos y se fue muy contento. No había visto nunca unos anillos tan bonitos.

Pero al llegar al río, en la orilla, el elefante tropezó con una piedra, y cayó de forma estrepitosa al agua. El pobre animal se llevó un buen susto y un gran golpe, pero consiguió levantarse. Y al ponerse de pie, comprobó, para su desgracia, que uno de los anillos de boda se había caído al agua.

El elefante se puso muy nervioso, sintió que su corazón se le iba a escapar del pecho. ¡No podía creer la tragedia que le pasaba! Y se puso a escarbar con las patas, con la trompa, a dar vueltas en círculo… El agua se enturbió por el lodo que levantaba con las patas y el elefante no podía ver nada. ¡No podía encontrar el anillo!

Un búho, que había visto todo desde la rama de su árbol, le dijo:

– ¡Tranquilo! ¡Cálmate!

Pero el elefante no podía oír nada. Estaba tan nervioso, sentía tal ansiedad que no era capaz de escuchar, solo podía pensar en que no había tiempo para hacer un anillo nuevo, y que su novia se disgustaría muchísimo al enterarse de lo que había pasado.

Entonces, el búho aterrorizó sobre el elefante y le volvió a decir:

– ¡Calma! ¡Tranquilízate!

Entonces el elefante se dio cuenta de que el búho le estaba hablando. Y decidí escucharlo, porque sabía que el búho era uno de los animales más sabios del lugar.

– Estás tan nervioso que no deja de excavar en el fondo del río. Levantas tierra, lodo, y enturbias el agua- dijo el búho-. Lo que tienes que hacer es quedarte quieto, muy quieto, esperar y observar.

El elefante hizo lo que el búho le dijo. Al fin se tranquilizó, y la tierra comenzó a depositarse, a asentarse, en el fondo del río. El agua se calmó y algo en el fondo comenzó a brillar con nitidez. ¡Era el anillo de boda!

La boda se pudo celebrar sin problemas. El búho tuvo el honor de ser el padrino y los elefantes se dieron el sí mutuamente con sus bellos anillos. El elefante, por su parte, aprendió una sabia lección: 

Cuando las aguas turbias no te dejen ver el fondo del río, no te muevas: espera a que la tierra se asiente y el agua vuelva a verse clara. Puede ser que algunas cosas te tengan preocupado y por ahora quizás no veas nada claro. A lo mejor no sabes qué hacer. Si te agitas y empiezas a actuar impulsivamente, solo agitarás más las aguas y no verás nada bien. Entonces… ¡espera! Que no te angustien las aguas turbulentas, revueltas, turbias… Espera. Espera tranquilo. Ya verás cómo poco a poco se asientan y podrás ver todo claro. 

En la vida nos angustiamos ante las aguas revueltas, ante las aguas turbulentas, ante esas aguas agitadas que nos dan temor y que no nos dejan ver nada claro, y así nos precipitamos a tomar decisiones frecuentemente equivocadas. Dejemos que las cosas se calmen, que se asienten las aguas, y entonces veremos todo con más claridad. Tengamos paciencia, esperemos con tranquilidad, esperemos que primero se calmen las aguas.

https://adolfomirandasaenz.blogspot.com/