Ante la pandemia del coronavirus debemos cuidarnos, pero sin olvidar la mayor pandemia del mundo: ¡El hambre!
Adolfo Miranda Sáenz
Ante la pandemia del coronavirus debemos cuidarnos, pero sin olvidar la mayor pandemia del mundo: ¡El hambre! 1.400 millones de personas (la mitad niños) sufren pobreza extrema y de ellos 900 millones sufren hambre, no tienen agua potable, atención de salud ni reciben la más elemental educación.
Tenemos mucha pobreza en países lejanos, cercanos
y en los nuestros. La mitad de toda la riqueza del mundo está concentrada en
manos del 1% de la población. Quizá ese 1% sea gente inteligente, capacitada y
trabajadora que se merezca tener la riqueza que posee. Pero debemos analizar
las razones por qué entre el 99% está diseminada solo la mitad, con 1.400
millones extremadamente pobres.
Hay múltiples causas, pero veamos una de las
principales: A grandes sectores de la población durante muchas generaciones no se
les ha permitido tener una adecuada alimentación ni acceso a la educación.
Comparemos la población negra de Estados Unidos
con la población blanca. Los blancos tienen más riqueza, mejores casas,
barrios, escuelas, empleos, negocios, atención médica, etc. ¿Por qué? Porque
los blancos han tenido mejores oportunidades ya que recibieron mejor alimentación
y educación desde hace muchas generaciones. No solo educación en escuelas, sino
también en sus hogares.
¿Tienen la culpa de eso los negros? ¡No! Los antepasados
de los negros de Estados Unidos y el Caribe fueron esclavos cazados como animales
en África y vendidos a los blancos. Ellos y sus descendientes fueron mal
alimentados, azotados, trabajaban de sol a sol, sin salario, sin ninguna clase de
derechos y sin recibir educación alguna durante generaciones. Eran considerados
animales, como mulas o perros.
En 1865 les dijeron que eran “libres”, pero no “iguales”
a los blancos. Poco mejoró. Trabajaban por sueldos y condiciones miserables. No
podían ir a escuelas de blancos, ni a clínicas de blancos, ni a ningún lugar de
blancos. En 1964, con la Ley de Derechos Civiles, les dijeron que ya eran
“iguales”, ¡pero siguieron sufriendo discriminación!
Algunos abuelos de los negros actuales aprendieron
a leer y escribir en maltrechas escuelitas “para negros”, de miserables
presupuestos. Los padres tuvieron escuelas algo mejores, pero siempre de pobres
condiciones. Muchos todavía hoy estudian con grandes limitaciones. ¿Qué podemos
reprocharle o exigirle a esta población negra que por generaciones fue explotada,
maltratada, mal alimentada y se le negó la educación necesaria para tener
iguales oportunidades que los blancos? (Hay honrosas excepciones.)
Igual pasa con los indígenas y muchos mestizos de
Latinoamérica. Durante siglos fueron prácticamente esclavizados, mal
alimentados, y se les negó la atención de salud, la educación y las oportunidades
que tenían los colonizadores europeos y sus descendientes que hoy forman la
élite social y económica. ¿Es culpa de los indios y mestizos no haber recibido
las mismas oportunidades de los blancos? ¡No! (Aunque hay admirables excepciones
de indígenas destacados y exitosos, que han
triunfado superando condiciones adversas).
Inmensas regiones de Asia y África fueron colonias
de las naciones europeas hasta avanzado el siglo XX. Explotaron sus recursos y mano
de obra cuasi esclava, negándoles la atención de salud, la alimentación
adecuada y la educación. Recientemente los declararon “independientes”, pero las
grandes corporaciones trasnacionales continúan extrayendo sus riquezas pagándoles
y tratándolos muy mal.
La mala alimentación durante generaciones y la poca
educación recibida limita todo en la vida. Incluso, se necesita una buena
educación para practicar la democracia, tener buenos gobiernos, evitar la
corrupción, tener paz, prosperidad y reducir las migraciones.
Para cambiar esta situación, los países ricos y
las personas con mayores bienes —los poseedores del 50% de la riqueza mundial— deben
destinar más recursos, los suficientes para que los pobres puedan acceder —todos,
en cada país, planificada y ordenadamente— a una buena atención de salud y
educación, crear más y mejores empleos que les permitan tener un techo y una
vida digna. Es que… ¡es una deuda! Existe una deuda histórica heredada por
generaciones, que se debe pagar practicando una mayor justicia social, pero sobre
todo invirtiendo fuertemente en educación.