Desde la Edad de Piedra hasta nuestros días la instintiva característica animal de manada liderada por un macho alfa compite en el mundo moderno contra la razón en diferentes campos de la vida.
Adolfo Miranda Sáenz
En los estudios de los “animales sociales” (por ejemplo,
los homínidos, como los chimpancés; los cannis, como los lobos; o los félidos,
como los leones) el término “alfa” se refiere al individuo con mayor rango en
la manada, a quien los otros siguen. Generalmente el alfa suele ser un macho,
aunque hay especies —muy pocas— en que hay hembras alfa y en otras —más
frecuentemente— una pareja de macho y hembra alfa. Cuando un macho alfa deja de
serlo porque pierde sus facultades de fuerza, ferocidad y aptitud para
imponerse a la manada y dirigirla, le va a suceder aquel macho que demuestre
tenerlas más que los demás. A veces esto se resuelve en una lucha entre dos o
más aspirantes, o entre el actual y el candidato a sustituirlo. Los derrotados,
si no mueren en la lucha, se someten, o más frecuentemente tienen que abandonar
la manada y vivir en soledad.
Los chimpancés muestran pleitesía al alfa de la
manada con gestos rituales tales como reverencias, presentar la espalda,
agacharse, inclinarse o balancearse. Los chimpancés ofrecen su mano al macho
alfa como signo de sumisión. Permiten al alfa caminar siempre de primero. Los
lobos también muestran sumisión a la pareja alfa de su manada, permitiéndoles
ser los primeros en comer y, frecuentemente, la única pareja en procrear.
El ser humano u “homo sapiens” es un animal social
del orden de los primates perteneciente a la familia de los homínidos; pero, tiene
dos facultades que no tienen el resto de animales: la razón y la libertad de
decidir. Los cristianos sostenemos que el ser humano está dotado de un alma con
capacidad de comunicarse con el Creador y de trascender esta vida, y también
tiene libertad de decisión o libre albedrío. El ser humano no está sujeto a
vivir obedeciendo solamente a sus instintos, como los demás sujetos del reino
animal.