Las riquezas de la Tierra existen para uso de toda la humanidad, sin excluir a nadie. El 1% de la población más rica es dueño de la mitad de la riqueza del planeta. 5 mil millones de personas viven en la pobreza o en la miseria.
Adolfo Miranda Sáenz
Las riquezas de la Tierra existen
para uso de toda la humanidad, sin excluir a nadie. El “destino universal de
los bienes” es reconocido por el derecho
universal como parte de la ley natural. Toda persona debe tener la posibilidad
de acceder a los bienes que le permitan gozar del bienestar necesario para su
pleno desarrollo. Pero según estudios del Instituto de Investigación del
“Credit Suisse Group”, el 1% de la población más rica es dueño de la mitad de
la riqueza del planeta. El 70% de la población mundial solo posee el 3% de la
riqueza. 5 mil millones de personas viven en la pobreza o en la miseria. Esta
realidad debería cuestionar la conciencia de la humanidad y decirlo no es un
asunto de demagogia política sino exponer un asunto moral.
La Iglesia Católica ilumina
nuestras conciencias basándose en la Palabra de Dios (cf. Génesis 1,27-29.
Salmos 82,3. Proverbios 31:9. Mateo 25,31-46. Lucas 3,11; 4,18-19; 10,25-37),
proclamando que “Dios ha destinado la Tierra y cuanto ella contiene para uso de
todas los personas humanas. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a
todos en forma equitativa bajo la tutela de la justicia y con la compañía de la
caridad” (Concilio Vaticano II, Constitución “Gaudium et Spes”, No. 69). “El
principio del uso común de los bienes es el primer principio de todo el
ordenamiento ético-social” (Juan Pablo II, “Laborem Exercens” No. 19).
Si Dios ha dado la Tierra a todo
el género humano, los bienes que ésta contiene y produce —las riquezas del
planeta— pertenecen a toda la humanidad. Esto significa “el destino universal
de los bienes”. Se trata del don de Dios que en la creación ha provisto la
fecundidad y capacidad de nuestro planeta para proveer los bienes materiales
que necesita el ser humano para su feliz existencia (cf. Juan Pablo II, “Centesimus
Annus”, No. 31).
Se trata de un derecho propio de
la naturaleza humana. “Todos los demás derechos, sean los que fueren,
comprendidos en ellos los de propiedad privada y de libre comercio, a ello [al
destino universal de los bienes] están subordinados: no deben estorbar, al
contrario, deben facilitar su realización, y es un deber social grave y urgente
hacerlos volver a su finalidad primera” (Pablo VI, “Populorum Progressio” No.
22).
La distribución de los bienes
tiene que ser ordenada, pues de otra forma sería un caos. Ordenada pero justa. Para
asegurar un uso justo y ordenado de los bienes, es necesario un sistema legal
que determine y regule esa distribución. En ese sistema cabe la propiedad
privada y las otras formas de dominio de los bienes, que aseguren a cada cual el
derecho de propiedad para su realización autónoma personal y familiar. El
derecho a la propiedad de una parte de los bienes es necesario para ejercer el
derecho a la libertad. La propiedad privada es también un derecho humano, pero
no un derecho absoluto. Es un instrumento para cumplir el destino universal de
los bienes, un medio legítimo, pero no un fin. Se justifica porque es un medio para
lograr el “destino universal de los bienes” cuando cumple una función social,
como multiplicar los bienes para el beneficio propio y para otros, practicando
la justicia social y ejerciendo la caridad (cf. Concilio Vaticano II,
Constitución Gaudium et Spes, Nos. 70-71).
El Papa Francisco continuamente nos
recuerda que el injusto orden socioeconómico, basado en el lucro como único
fin, es contrario a la voluntad de Dios. La Iglesia no tiene ideología política
ni un proyecto socioeconómico; no propone soluciones técnicas, aunque rechaza
al capitalismo salvaje y al comunismo como soluciones. Sí exhorta a transformar
las estructuras sociales que existen, para que el progreso de unos no impida el
desarrollo de otros (cf. Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes,
Nos. 67-72. Catecismo de la Iglesia Católica, Nos. 2401-2449).
Artículo publicado en el Diario La Prensa y transmitido por Radio Corporación (Managua)