Todos nos necesitamos unos a otros. Esto nos conduce hacia la unidad en la búsqueda del bien común, con igualdad en dignidad y derechos.
Adolfo Miranda Sáenz
Nunca como ahora había sido
posible relacionarnos socialmente con tantas personas, incluso lejanas y
desconocidas, gracias al avance de la tecnología de las comunicaciones, al
progreso de la informática, al aumento de los intercambios comerciales y de las
informaciones. La humanidad, más interrelacionada, ha tomado mayor conciencia
del vínculo de interdependencia entre las personas y entre los pueblos. Todos
nos necesitamos unos a otros. Esa interdependencia nos conduce hacia la unidad
cada vez más convencida en la búsqueda del bien común, con igualdad en dignidad
y derechos. Esto es verdad tanto en una dimensión universal como en cada país.
Prácticas que ocurren en algunas formas de socialismo como en
algunas formas de capitalismo. Juan Pablo II en la citada encíclica advierte la
necesidad de corregir esta realidad a fin de evitar las nefastas consecuencias
de una situación de injusticia de dimensiones planetarias, con repercusiones
negativas, incluso para los mismos países actualmente más favorecidos.
Ante esta evidente realidad de injusticia social se impone la solidaridad, como un principio social que ordene las instituciones y transforme las estructuras de pecado en estructuras solidarias, mediante la creación de leyes justas que ordenen las relaciones económicas, combatan la corrupción y transformen las prácticas opresivas y explotadoras en prácticas de justicia. La “Sollicitudo Rei Socialis”, además de apelar a la solidaridad como principio social urge que se actúe en solidaridad como la virtud moral de tener una determinación firme y perseverante para empeñarse en el bien común; es decir, en el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos.
Ser solidarios, según la Doctrina
Social de la Iglesia, nos hace socialmente justos en la búsqueda del bien
común. La persona solidaria se compromete por el bien del prójimo, dispuesto a
"perderse" —en sentido evangélico— por el otro en lugar de
explotarlo, y a "servirlo" en lugar de oprimirlo para el propio
provecho. Es actuar según nos manda hacer el mismo Jesús, por lo que ninguno
que se diga cristiano puede considerarse realmente como tal si no se hace solidario
con todos los demás, especialmente con los más necesitados (cf. Mateo 10,40-42;
20,25-28; Marcos 10,42-45; Lucas 22,25-27).
La doctrina social acerca de la
solidaridad deja muy claro que existen vínculos estrechos entre solidaridad y
bien común, solidaridad y destino universal de los bienes, solidaridad e
igualdad entre los hombres y los pueblos, solidaridad, justicia, libertad y paz en el mundo. La solidaridad, ampliamente
enseñada por el Magisterio Católico en las encíclicas sociales desde León XIII
hasta el Papa Francisco, durante casi ciento treinta años, expresa que la
práctica de la caridad no se limita a dar limosnas u obsequios a los pobres, ni
siquiera a una actuación individual justa, sino al compromiso solidario que contribuya
a transformar las estructuras de pecado en estructuras de justicia y amor.
Jesús de Nazaret hace resplandecer el vínculo
entre solidaridad y caridad, contrario a la indiferencia, implicando también
perdón y reconciliación. El prójimo, imagen viva de Dios, debe ser amado,
aunque sea enemigo, con el mismo amor con que nos ama el Señor (cf. Compendio
de Doctrina Social. Nos. 192-196).
Ante esta evidente realidad de injusticia social se impone la solidaridad, como un principio social que ordene las instituciones y transforme las estructuras de pecado en estructuras solidarias, mediante la creación de leyes justas que ordenen las relaciones económicas, combatan la corrupción y transformen las prácticas opresivas y explotadoras en prácticas de justicia. La “Sollicitudo Rei Socialis”, además de apelar a la solidaridad como principio social urge que se actúe en solidaridad como la virtud moral de tener una determinación firme y perseverante para empeñarse en el bien común; es decir, en el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos.
Publicado en el Diario La Prensa y transmitido por Radio Corporación (Managua)