Algunos se asustan porque hoy la Iglesia es más abierta, comprensiva y amorosa. A veces confunden como relativismo y laxitud el responder con misericordia a las realidades que viven muchas personas.
Adolfo
Miranda Sáenz
Algunos dirán que ser cristiano es aceptar las
doctrinas que enseña la Iglesia y cumplir con los preceptos establecidos. Eso ciertamente
procuramos hacer los cristianos, pero no es lo fundamental. Ser cristiano no es
cumplir con “un código de conducta”. Se pueden creer todas las doctrinas y cumplir
todos los preceptos, pero eso no hace a un verdadero cristiano. Cumplir los
preceptos caracterizaba a los fariseos y Jesús los llamó “hipócritas” y
“sepulcros blanqueados” (Mateo 23,27).
Lo fundamental es tener a Jesucristo en nuestros corazones.
Quien ama a Jesús querrá conocerlo cada vez más, seguir su doctrina trasmitida
por su Iglesia, estudiar su Palabra, recibir los sacramentos, cumplir con su mandamiento
que los resume todos: amar a Dios y al prójimo.
El cristiano actúa por amor, no por interés en que
le vaya bien en esta vida o por una recompensa en la otra; y menos por miedo al
castigo de la muerte eterna. A veces se ve el cristianismo como “un código de
conducta” y no como “una religión de amor”, y a nuestra Iglesia Católica como quien
vigila si cumplimos con los preceptos, y no como madre solícita dispuesta a
abrazarnos, sanarnos y alentarnos. La Iglesia es una madre dispuesta a
enseñarnos amorosamente, ayudarnos, consolarnos, animarnos y acompañarnos. No dispuesta
a castigarnos ni condenarnos.
En las difíciles situaciones que viven las diferentes
personas, la Iglesia está para comprenderlas e integrarlas a todas, evitando
imponerles cargas, normas, requisitos, condiciones… cosas que no son las que más
importan y por las que muchos se sienten rechazados, excluidos y abandonados
por esa madre que está llamada a acercarles la misericordia de Dios. No
olvidemos que la Iglesia está formada por pecadores, no por santos. Por
enfermos que necesitan ser curados. Por caídos que necesitan ayuda para
levantarse. ¡Todos somos la Iglesia y todos somos pecadores!
Hay que dejar espacio a la conciencia de las personas,
que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus
limitaciones. Como Iglesia estamos llamados a formar las conciencias, pero no a
sustituirlas. Hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad
de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las
personas viven y sufren a causa de su situación particular.
Algunos se asustan porque hoy la Iglesia es más
abierta, comprensiva y amorosa. A veces confunden como relativismo y laxitud el
responder con misericordia a las realidades que viven muchas personas. Se asustan
de los cambios necesarios que se hacen para ser más fieles al Evangelio. Pero nuestra
Iglesia Católica ha cambiado siempre a la luz de los nuevos conocimientos científicos
sobre física, biología, medicina, sicología, sociología, etc. Cambios que
conservan intactas nuestras verdades fundamentales. Los dogmas y otras
importantes verdades no cambian, pero podemos encontrar nuevos ángulos en
ellas. “La verdad sigue siendo verdad
siempre. Pero sí pueden surgir nuevas perspectivas que den una nueva luz.” (Cardenal
Joseph Ratzinger, después Benedicto XVI: La Sal de la Tierra). Además, según su
conexión con el fundamento de la fe, existe una “jerarquía de las verdades” (Catecismo
90).
No olvidemos que en otros tiempos en la Iglesia se
llegó a condenar la teoría de la evolución, se procesó a Galileo por afirmar
que la tierra se movía y se aprobaron la esclavitud y la pena de muerte. Las
misas eran en latín y los laicos no estudiaban ni leían la Biblia. ¡Pero todo
eso cambió! San Juan XXIII en 1962 dijo que la Iglesia necesitaba un
“aggiornamento” (puesta al día) y “abrir las ventanas para que entrara aire
fresco”, y convocó al Concilio Ecuménico Vaticano II que hizo transitar a la
Iglesia de algunas concepciones medievales al mundo moderno.
Con ese espíritu vivamos nuestro cristianismo, no
como los escrupulosos fariseos sino con misericordia y apertura a un permanente
“aggiornamento”.